El pasado viernes acudimos al sarao montado por Sala Barcelona en uno de los espacios con más historia de la ciudad de Barcelona.
Sala Barcelona es un proyecto, organizado en tiempo récord, por la Asociación de Salas de Conciertos de Catalunya en colaboración con el Instituto de Cultura y el Ayuntamiento de Barcelona. Con el objetivo de ofrecer a su público habitual la posibilidad de asistir a eventos culturales, las salas de pequeño formato, que actualmente se han visto forzadas a cerrar sus puertas, han unido esfuerzos para prepararnos una programación de escándalo en un entorno espectacular. El Patio de armas del Castillo de Montjuïc ha sido el lugar elegido como escenario de los conciertos que llenarán de música diversa y transgresora nuestras agendas veraniegas.
Hidrogenesse es uno de los grupos más potentes que presenta el cartel, y no nos podíamos perder la que tenían preparada. Marcándose un sold out con letras mayúsculas, el dúo barcelonés formado por Carlos Ballesteros y Genís Segarra empezaron fuerte, pisando el escenario con sus tacones, lentejuelas, brilli brilli, pañuelos reciclados y sobre todo, muchas ganas de fiestón.
El grupo, con más de 20 años de historia, hizo un repaso por su larga lista de éxitos, además de tocar temas de su reciente álbum De qué se ríen los españoles (2020), banda sonora de la exposición “Humor absurdo” del Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles, que alberga trabajos de infinidad de disciplinas.
Los reyes de la performance nos quisieron trasladar a diferentes tipos de conciertos, desde una verbena de fiesta mayor de pueblo a un concierto acústico, perfecto para el claustro con arcadas del siglo XVII donde estábamos sentados.
A ritmo del organillo, voces distorsionadas y notas electrónicas, paseamos por temas antiguos como “No hay nada más triste que lo tuyo», canciones bonitas pero tristes como “El árbol», alegres tipo “Brujerías jotas”, que venían acompañadas del ritmo sincronizado de chasquidos de dedos, o tiernas como la bilingüe “Escolta la tempesta», que retrata un fenómeno meteorológico que ocurre cuando suenan todas las notas a la vez.
Contaron que les gustaba mucho tocar en lugares que ya no son lo que eran. Han tocado en explazas de toros, exconventos, pero nunca habían tocado en un excastillo, así que rindieron homenaje a la misteriosa fortaleza con “Enigma» y “Schloss”, uno de sus temas favoritos.
Con ese humor y desenfado tan característico, los Hidrogenesse consiguieron que el público disfrutara de principio a fin con canciones de siempre como “Aquí y ahora”, “Se malogró”, “Nombre de flor”, “La carta exagerada” o “Vuelve conmigo a Italia”, pero sin duda sus últimas creaciones son boccato di cardinale.
Para “La cita” contaron con la colaboración de Elsa de Alfonso, quién nos iba a deleitar pinchando varios temas al acabar el concierto, y apareció con un tutú en la cabeza a modo de velo, compartiendo con Ballesteros y Segarra “De que se rien los españoles» y la brutalísima «Empanadilla de Móstoles”.
Anuncian que cantaran la última, y en cuanto el público se queja se defienden con “pero si llevamos 35 canciones”, argumento que no nos acabó de convencer. No querían despedirse sin mandar un mensaje de mujer a mujer, necesitaban canalizar a LA SEÑORA, y no nos referimos a Lola Flores o Rocío Jurado, sino a la grandísima María Dolores de La Fe, quién defendió a capa y espada que Cristóbal Colón era una mujer, y a ella está dedicada “S.U.S.”: Soy Una Señora.
Poco se hacen de rogar y vuelven rápido para repetir la canción que consideran que más nos ha gustado y tocar la que saben que más habíamos echado de menos. La ganadora de la primera categoría fue el “Pasodoble de los esqueletos”, tema que ya nos habían hecho bailar y que, aun siendo original de Miguel Mihura en los años 30, acaban de sacar del horno una versión que ya han interiorizado como propia.
Como no podía ser menos, el hitazo “Disfraz de tigre” fue el encargado de clausurar un espectáculo lleno de diversión y desenfreno, preparado con cariño y que consiguió, gracias al desparpajo de los Hidrogenesse, aportar luz a un espacio que en el pasado protagonizó las etapas más oscuras de la ciudad.
Sònia S.
Redacción
Nica Estrada
Fotografía