Asistimos al último concierto de la gira por teatros de la polifacética jienense
Hace dos años, el destino quiso también que Zahara pasara la noche de San Valentín en Asturias subida a un escenario. Fue antes de publicar ‘Astronauta’ y casi cuesta recordar que había vida (y música) antes de temas como ‘Hoy la bestia cena en casa’, que nos ha demostrado que dentro de Zahara hay mucho más que una voz sólida y bonita, que tampoco sobra decirlo.
En esta ocasión, la fortuna fue verla en un formato diferente al habitual, dando por cerrada la gira de teatros que ha pasado por siete ciudades, la última de ellas, Gijón. La cita ya prometía cuando la jienense salió pasillo a través desde la última fila de butacas hasta el escenario cantando guitarra en mano ‘La Gracia’. ‘Frágiles’, ‘El fango’ o ‘El caso de emergencia’ emergieron a continuación de la voz de Zahara, que estuvo acompañada de algunos habituales como Martí Perarnau (teclados y piano), Manuel Cabezalí (guitarras y bajo), Carlos Sosa (percursión) y con la incorporación del guitarrista Emilio Saiz (músico también de Iván Ferreiro o Javier Álvarez, entre otros).
Una acústica perfecta en la Laboral permitió ver a la artista en su excelencia vocal y también teatral, a lo que también ayudó una escenografía sobria y acertada con reminiscencias a ‘Santa’ y con el ‘brillibrilli‘ de su atuendo para añadir el halo de fantasía que todo concierto suscita.
La cantante reconoció que había muchas emociones encontradas tras la minigira por teatros con un repertorio común, y era obvio también que habría algún comentario a la conmemoración con la espontaneidad que le caracteriza: «Bienvenidos los que habéis venido a celebrar el amor y bienvenidos también los que habéis venido a cagaros en él«.
Hubo momentos para la nostalgia profunda como a través de ‘Olor a mandarinas’ y también a la poesía hecha música con ejemplos como ‘Domingo astromántico’, con coros de Perarnau haciendo las veces de Santi Balmes. Pero si algo quedó claro es el animal de escenario que es Zahara, que brilla arropada con sus compañeros de banda y también a solas, como el momento que brindó al público cantando una versión intimista de ‘Hoy la bestia cena en casa’ (¿se ha repetido ya lo suficiente lo hipnótico de un estribillo tan sencillo y potente como ‘miau miau miau’?) y también la sempiterna ‘Con las ganas’, que terminó en una gran ovación.
‘Del invierno’, ‘Pregúntale al polvo’ o ‘Rey de reyes’ también formaron parte del repertorio compartido en esta última gira, donde lejos de refugiarse en el intimismo que se prestaría a la acústica de los teatros, se ha visto a la Zahara electrónica y eléctrica. Sirva de ejemplo ‘Inmaculada decepción’. Cuando Zahara baila, baila por todos y como si fuera la última vez, salvándose ella y a todos sus compañeros. Quizá en ello radique tanto magnetismo.
La complicidad se hizo evidente en las colaboraciones: junto a Cabezalí protagonizó uno de los momentos más tiernos hablando de maternidad a través de ‘Big Bang’, mientras que con Perarnau regaló a los presentes ‘Guerra y paz’. También la generosidad sobre el escenario: la artista interpretó ‘Soy un aeropuerto’ de Mucho, «mi canción favorita de la vida» y se atrevió a interpretarla al piano. Perarnau, autor del tema, se unió finalmente y juntos terminaron cantando en uno de los momentos mágicos de la noche.
El final bebió del presente y el pasado, con ‘El diluvio universal’ pero también con guiños como ‘El frío’ y ‘Photofinish’. Zahara demuestra a cada paso que se puede rasgar el alma a pedazos y no perder la sonrisa ni el buen humor, y que para crecer tampoco hace falta ningunear a nadie. Eléctrica, emocional, show woman a partes iguales. Santificado sea su arte.
Rocío García
Redacción
Periodista y melómana. Crecí con la música y no he parado nunca de aprender de nuevos sonidos y sensaciones. Amante también de las palabras, todo junto hace la canción perfecta.