Pese a los problemas de salud de Jay Kay, el concierto se coronó como la mejor cita de la última edición del BIME
Una repentina laringitis la misma mañana del sábado estuvo a punto de costarnos un disgusto a los presentes pero, pese al mensaje amenazador que precedió en las pantallas sobre el estado de salud de Jay media hora antes de su cita (Michael Kiwanuka tuvo que cancelar muy pocos días antes su concierto en Bilbao por la misma razón), la cita musical no pudo ser más perfecta. Jamiroquai era por derecho propio el cabeza de cartel del BIME de este año; no en vano, ya hacía 14 años de la última visita del grupo británico a Bilbao. Y no defraudó. Al contrario: nos dejó a todos boquiabiertos por saber llevar, aparentemente, tan bien, su delicada garganta y sorprendernos con un concierto sin fisuras. Musicalmente hablando, una calidad tan palpable con los dedos como con los pies que no dejaron de bailar de principio a fin.
21.000 almas abarrotaron durante este par de días el BEC! de Barakaldo para una de las citas otoñales que se ha consolidado en los últimos años. Si bien hubo nombres muy destacados, como Brittany Howard, Mark Lanegan, Glen Hansard o Foals, nada puede compararse con el arrollador efecto que dejó Jay Kay y los suyos sobre los allí presentes (12.000 el sábado según la organización). Pocas veces tantas almas juntas se han puesto de acuerdo en bailar, con una media de edad más alta de lo que suele verse en los festivales veraniegos y es que Jamiroquai lleva 27 años dando guerra. El tiempo ha hecho mella en todos, nosotros y ellos, y aunque se vio a Jay Kay más metido en carnes de lo que recordábamos, no ha perdido un ápice de su «flow». Tan mítico es su chándal como sus sombreros, y no dejó de lucir para la ocasión el de ‘Automaton’ con efecto 3D y luces de colores diseñado por Moritz Waldemeyer. Un artefacto tan icónico ya como querido por sus fans, alguno de los cuales vistió su réplica en primera fila.
Todos habíamos asumido que el repertorio sería más corto de lo esperado dada la delicada situación del vocalista, pero en lugar de ello, se prodigó durante cerca de dos horas sin apenas descansos. Once músicos sobre el escenario, incluyendo varios teclistas, percusiones y tres coristas de altura, trabajaron sin descanso para que el espectáculo fuera inolvidable. Por su lado, además de mantener su voz con agua e infusiones, Jay Kay ejerció de director de orquesta omnipresente, atento en todo momento al sonido y dando indicaciones a sus compañeros durante los intensos interludios de cada canción donde la música se hizo con mayúsculas.
‘Shake it on’, ‘Little L’, ‘Use the force’, ‘Alright’ o ‘You give me something’ balancearon al público entre el funk y la samba, el disco y el acid jazz. Sonaron también grandiosas ‘Space cowboy’, ‘Cosmic girl’ y ‘Canned heat’ para dejarnos sin aliento. Quizá en algún momento su voz se debilitó pero nada que no superara con pasos de baile y dejándose arropar sabiamente por la banda, que trabajó mano a mano con él para que el concierto no se quedara en un suspiro. Si algo quedó claro, además de la altura profesional de Jamiroquai, fue que este grupo nos ha dejado un buen puñado de grandes éxitos a lo largo de las últimas décadas que tardaremos mucho en dejar de bailar.
Muchos nos resistimos pese al cansancio a abandonar el BIME tras el concierto de los británicos y no fueron pocos quienes alargaron la magia del momento bailando a ritmo de ‘Loser’ de Beck que nos despidió dulcemente mientras el funk, tan poderoso, no dejó de recorrernos el cuerpo con su veneno.
Rocío García
Redacción
Periodista y melómana. Crecí con la música y no he parado nunca de aprender de nuevos sonidos y sensaciones. Amante también de las palabras, todo junto hace la canción perfecta.