El proyecto de Niño de Elche y Los Planetas arrancó el pasado miércoles en la sala Joy Eslava de Madrid su versión en directo, tras la publicación de su primer disco homónimo el día de la hispanidad. Otro nuevo gesto que rodea el concepto del que se han querido empapar tan singulares artistas en su nueva propuesta
Con un ambiente enrarecido en las calles madrileñas por la concentración post sentencia del procés, cual performance previa al concierto y un escenario ataviado para la ocasión con capuchas kukluxklanianas arrancó el concierto, con una puntualidad casi inglesa, en una sala abarrotada donde era difícil visualizar lo que estaba a punto de acontecer.
Y lo que aconteció en la primera parte del bolo, en el mismo orden estricto que el material de estudio, fueron cortes como la aperturista ‘Santo Dios’. Tonada con una mimética atmosfera ceremonial que crece acorde con la correctísima interpretación del Niño de Elche, especialmente protagonista en la primera parte del show, y la apoteosis final de un Eric sempiterno a las baquetas para entrar alcanzar el fervor sin apenas haber aterrizado.
Le siguieron temas como ‘Los campanilleros’ o ‘Mariana’ donde a la banda de nuevo cuño le costó entrar por momentos, perdidos en la densidad e hipnosis de dos de los temas más difíciles de digerir por un público que atendía impasible a la maraña de guitarras y el cante heterodoxo del protagonista vocal de la noche, al menos hasta el momento. Y es que de eso trata también este trabajo: política, rock y flamenco en un mismo saco.
Como si de una superbanda –a su modo- se tratara, en esta primera parte, el ensayo funcionó como una suerte de instrumentación evocadora al servicio del cante de Niño de Elche, pasaje que fue mutando hacía una simbiosis caracterizada por un sonido mucho más cercano a la banda granadina. Como en el caso de ‘La cruz’, donde además apareció la voz de Jota como elemento diferencial hasta el momento. Que sigue cantando igual de bien o de mal que los últimos 30 años, como recalca un buen amigo.
A partir de ese momento, las fuerzas se igualaron –nunca mejor dicho- para dar pie a un panorama más pop con temas como ‘La canción de los gitanos’ o la visita al cancionero de Los Planetas gracias a ‘Tendrá que haber un camino’, vitoreada por el público y cantada a modo de dúo para suplir a duras penas la voz del mágico Morente.
Aún quedaba tiempo para un arreón final que permitió elevar la nota de la noche al notable gracias a un capitulo que abría la controvertida ‘Canción para los obreros de Seat’ para continuar con la incendiaria y facilona de degustar ‘Una, grande y libre’ y desembocar en la excelsa versión de ‘El novio de la muerte’. Quizás previsible a la par que necesaria, encaja a sin fisuras en el discurso que proclama Fuerza nueva, tanto lírico como musical, en esta ocasión más acomodado en un pop de guitarras envolventes en el que cualquiera diría que encajara tan adecuadamente el bueno de Paco.
Sin ostentaciones ni bondades regaladas que otros les atribuyen, Fuerza nueva llegó, vio y demostró que es cuanto menos un proyecto interesante, digno de ver y escuchar en directo y me atrevería a decir que necesario para los tiempos que corren.
Iñaki Molinos M
Redacción
La honestidad no es una virtud, es una obligación.