El dúo madrileño presenta su directo en la sala Siroco de Madrid junto a otras de las bandas y artistas llamados a ocupar su sitio en la escena underground del momento como Pantocrator, Daniel Daniel y Tony Pony X
Una noche de agosto en Malasaña siempre ofrece un poco más de lo que puedes llegar a esperar.
Y eso sucedió el pasado jueves en la sala Siroco de Madrid, donde se reunían algunas de esas bandas y artistas underground con hechuras para asomarse habitualmente al circuito alternativo de la ciudad –o país-.
La ración de música urbana vino de la mano de Daniel Daniel en primer lugar, con bases centradas en el tecno-pop y el exceso de autotune para presentar algunas de las canciones de su primera entrega Pincho de tortilla (2019).
En la misma línea, pero diferente ejecución, nos encontramos con Tony Pony X, que dejando a un lado la modulación vocal y con ramalazos dance hall fue introduciendo su lírica pop con temas como “Sol, Madrid, luna”.
Pero el protagonismo de la noche recayó en las dos bandas restantes del cartel. Propuestas equidistantes a nivel estilístico, pero con esencia común: pocos kilómetros recorridos, pero otros tantos por recorrer.
El amateurismo de Marcos y Molduras fue evidente sobre el escenario de la Sala Siroco pero no por ello fue difícil de ver el potencial que aún tiene por desarrollar el dúo madrileño. El pop costumbrista lleno de referencias y textos “existencialistas” propios de la edad fue in crescendo a lo largo de su actuación gracias a cortes como “La de parks” o “La de amor”, con una propuesta que bien merece una relajada escucha y tantos directos o más como puedan abarcar. Talento les sobra.
Caso similar al de la banda barcelonesa Pantocrator, mensajes similares, pero punk-pop mediante. Con un combo clásico de batería, guitarra, bajo y voz, el cuarteto hizo mucho ruido generando una atmósfera festiva y revolucionaria más que sorprendente. Descaro y acidez en temas destacados como “El ministerio de las básicas” o “Caballo de Troya”, donde se olvidan con frecuencia los matices más técnicos y se dejan llevar por la emoción de poner patas arriba la mítica sala madrileña.
Cuatro funciones y material de sobra para seguir los pasos de una escena que vive un inagotable goteo de talento emergente.
Iñaki Molinos M
Redacción
La honestidad no es una virtud, es una obligación.