El ya clásico festival segoviano celebra su sexta edición en un enclave privilegiado, haciendo del género, el entorno y su público las principales claves para convertirlo en un evento diferencial dentro del habitual y desgastado circuito nacional
Fotos: Huercasa Country Festival
Y es que si de algo está cansado el personal que habitualmente acude a los festivales de verano es de escuchar siempre las mismas bandas, sobrevivir a las aglomeraciones humanas y respirar el ambiente de espacios prediseñadas para el consumo exacerbado de todo lo que rodea a los eventos musicales.
En el Huercasa Country Festival se respira el aire puro desde el primer momento que pones el pie en un recinto amplío y acondicionado al tipo y cantidad de público con el que pretende conectar el festival, ofreciendo precios asequibles para la comida y bebida, a lo que se añade un variado y temático merchandising acorde a los gustos de un respetable especialmente fetichista del género musical que consume.
Un único escenario por el que en la tarde noche del viernes pasaron tres grandes artistas. Ashley Campbell y Will Hoges en representación del mejor country y americana internacional respectivamente y el icónico Quique González como único espada nacional en el cartel del 2019.
Bajo un sol que acariciaba aún el recinto, amainado con creces por la brisa riazana, Ashley Campell –hija del legendario Glenn Campbell– nos recibía con su angelical voz y a golpe de guitarra acústica y el suave acompañamiento del violín y el contrabajo, a los que se sumaron unos preciosistas arreglos de banjo para versionar muy acertadamente y en clave country –obviamente- una ovacionadísima “La chica de ayer” de Nacha Pop.
Dulces baladas con el elemento melódico principal de su voz, y cortes más cercanos al pop de corte más americana music completaron el primero de los conciertos del día, con un sensacional saber de boca para un público que se congregaba desde primera hora en el Campo de Fútbol de Las Delicias de Riaza.
El plato fuerte de la noche se repartió a partes iguales entre los siguientes contendientes del cartel. Cronológicamente, el primer turno fue para Will Hoge.
El de Nashville exhibió sin contemplaciones su contundente arsenal sonoro, protagonizado principalmente por un sonido rock americana ochentero, muy cercano a artistas como Tom Petty en muchos de sus cortes, el rock sureño de The Black Crowes o el hard rock –al menos a nivel melódico- de Led Zeppelin.
Alternando con maestría los tiempos del concierto, Hoge apabulló a la audiencia con su desbordante voz, acompañada por una despampanante banda de sabor eminentemente eléctrico que le permitía alcanzar la fórmula perfecta.
La estructura acústica de los primeros temas se tornó en melodías galopantes de pura americana y estribillos pegadizos, solos de guitarra embriagadores y riffs de guitarra, por momentos, memorables. Una auténtica joya de repertorio a seguir muy de cerca.
Por supuesto no faltaron sus mejores baladas, con el bueno de Will al piano, arrimándose por momentos al soul más refinado o cortes más cercanos al country pop capitaneado por el sonido acústico de su guitarra y el potencial de su voz grave y semiquebrada, el rock aderezado con suaves gotas de funk más bailable y disfruton, que hizo las delicias de los/as vaqueros/as congregados bajo el escenario, o el rock memorable y aporreante de ritmos familiarizados con el garaje acompañados del apasionante sonido de la harmónica para cerrar una actuación sobresaliente.
La nota épica de la noche corrió a cargo de Quique González, quien salió al escenario anunciando un importante proceso vírico que le impediría en sus propias palabras estar al 100% en su actuación de anoche.
El repertorio del artista madrileño se caracteriza por una sensibilidad extraordinaria en sus letras que adquieren una dimensión diferencial gracias a su particular y profunda voz, extremadamente dañada en la noche de ayer.
En uno de esos conciertos heroico, Quique pudo mantenerle el pulso a su garganta, franqueado en todo momento por una banda demoledora y un majestuoso trabajo desde los mandos técnicos, sorteó los obstáculos cuál equilibrista sobre la cuerda floja, que diría aquel.
Un concierto que sorprendió y emocionó a partes iguales gracias a un repertorio que combinó grandes clásicos de su carrera, con joyas escondidas en el cajón desde hace bastantes giras, y sin ningún tema nuevo a rescatar de su próximo disco que verá la luz el próximo mes de octubre.
La suavidad pop-rock de canciones como “Se estrechan en el corazón”, una sorprendente “Fiesta de la luna llena” o “Caminando en círculos” se alternaron con otros temas donde las guitarras afiladas alcanzaban mayor protagonismo sobre las tablas –“Sangre en el marcador” o “La fábrica”, y donde más arropado y protegido se sentía el actor principal de la noche.
La elección de Quique González como uno de los cabezas de cartel del festival sorprendió a priori, incluso a un servidor, pero no cabe duda que si de algo puede presumir el compositor madrileño es de navegar a la perfección entre diferentes géneros populares que rozan e incluso en alguna ocasión se sumergen en el country o la propia americana, grabando incluso dos de sus álbumes en Nashville. Así, sonaron temas adaptados como “Pájaros mojados” acompañada de una deliciosa Steel guitar o un clásico como “Te lo dije” con el aroma del hillbilly rezumando por los cuatro costados.
Entre tanto sonaron temas arrebatadores en clave de rock –“Pequeño RnR”, “Kamikazes enamorados”, “Miss camiseta mojada” …-, de los que han llevado a Quique al lugar que merece y que mantuvieron el ritmo de un concierto en el que a estas alturas pocos recordaban los desperfectos que estaba sufriendo el frontman de la noche.
Ante un público ciertamente agradecido, y en un concierto que fue de menos a más, la noche segoviana señalaba el camino del fin de fiesta, no sin antes rematar la jugada con más clave americana de la mano de “La luna debajo del brazo”, el deleite del hammond durante “Avería y redención”, la seductora “Dallas-Memphis” –una de las piezas con tintes más country de su repertorio- y el éxtasis final gracias a algunas de las piezas más resquebrajantes y épicas de su carrera –“Salitre”, “Y los conserjes de noche” y “Vidas cruzadas”-, aunque seguramente no tan épicas como su actuación en el Huercasa Country Festival 2019, que guardará por mucho tiempo en su recuerdo.
Iñaki Molinos M
Redacción
La honestidad no es una virtud, es una obligación.