Paraíso Festival se asienta como una de las referencias electrónicas a nivel nacional en su segunda edición. Una combinación de grandes artistas nacionales e internacionales, alejada de grandes nombres comerciales, sitúan al festival madrileño como uno de los puntos de referencia del circuito
La Ciudad Universitaria fue concebida como un espacio de concentración educativa que sirviera como semillero de conocimiento de todo un país. El pasado fin de semana muchos de los que nos formamos en las abigarradas aulas de este peculiar ecosistema, retomamos nuestros pasos vivenciales a golpe de beats y loops con la finalidad de vivir por unas horas, un edén aislado del sistema al que fuimos arrojados tras nuestro paso por la facultad de caminos, historia, medicina, periodismo, etc, etc.
Nuestro destino: Festival Paraíso. Un evento multidisciplinar que progresa adecuadamente en la obtención de su diplomatura como festival capitalino de referencia electrónica. Todo ello gracias a una conjunción de factores donde, por encima de todo, destaca su heterogéneo y cuidado cartel de artistas que, cada uno con su estilo, sembraron de forma eficiente la semilla de perdurabilidad de este Festival (tan necesario para una inquieta ciudad como Madrid respecto a su sensibilidad electrónica), gracias a actuaciones tan memorables como la de CHVURCHES, que desplegó todo su saber estar y potencia escénica en un concierto tan vibrante como emocionante, donde el goce de la propia Lauren Mayberry se transmitió telúricamente a una audiencia absolutamente entregada a su estelar actuación protagónica.
Bien diferente en cuanto a captación de la atención fue la actuación de otro de los grandes nombres del Festival: Charlotte Gainsbourg. La artista multifacética, bajo una estela de aparente timidez, ejecutó un setlist tan interesante, ecléctico y variado como limitado en su atracción escénica. Gainsbourg se va retrayendo según avanza la actuación, dando el relevo protagónico a una banda y un corista que realzan sus virtudes en el tramo final del concierto. Aún así, el repertorio de la francesa fue merecedor de un notable alto. Nota esta que podía resumir gran parte del resto de las actuaciones, donde hubo sobresalientes claros como la elegancia de Rhye, Bob Moses, Mount Kimbie y Talabot (que se merecía una sesión en el Escenario Paraíso) a los cuales siguieron una alta calificación en otros artistas como Nicola Cruz, Maribou State, Polo & Pan, Solomun o, el cierre del escenario principal a cargo del legendario Laurent Garnier y su menú de graves aturdidores de conciencias.
En suma, un goloso elíseo de dos días en los que abandonamos nuestras preocupaciones derivadas de la vida adulta y nos entregamos a una especie de idilio postmoderno vehiculados a través de unos ritmos que repiquetearon sobre nuestras mentes rebosantes de serotonina, ilusión, felicidad, complicidad y cariño.
¡Danzad, danzad, malditos!
Juan Ruiz-Valdepeñas
Redacción
Javi García Nieto
Fotografía