En el Teatro Condal de Barcelona ya se ha activado la cuenta atrás para zanjar la gira Espejos y Espejismos de Love of Lesbian. Quedan diez sesiones del concierto teatralizado, como les gusta definirlo, que se ha paseado por la península desde el pasado Octubre

E&E cuenta con la dirección artística de Guillem Albà, con quién la banda inició el proyecto en 2014, pero esta vez han añadido temas de su último álbum El Poeta Halley, pero sin dejar de repasar canciones de toda la discografía.

Santi Balmes, con su inconfundible voz, nos dió la bienvenida a la habitación de la memoria y nos retó a descubrir qué escena es un espejismo donde refugiarnos o un reflejo de la realidad en el espejo.

Un anciano del principal paseando por el tragaluz de «Nada», como hablar y estar ausente por «Cuestiones de familia» o «Contraespionaje» a una distancia prudencial dejaron entrever lo que ibamos a presenciar. De una jaula de donde no quería escapar, se hizo el ilusionismo «En Busca del Mago» y con la lluvia de cristales de «Voy a romper las ventanas» hicieron del caos un arte. Julián y Santi se sentaron al filo del escenario magnetizándonos con «La Niña imantada», sin dejarnos manera humana de escapar, y también aprovecharon para incendiar «Mi primera combustión».

Son conscientes que durante estos años de carrera musical han ejercido de alquimistas, consiguiendo que la pérdida, aquello que nunca vuelve, lo que es efímero, llegue a materializarse en canciones, himnos convertidos en hitazos inspirados en absolutos desastres, como los localizados en «Carta a todas tus catástrofes».

Hicieron flotar a los asistentes en unos electrónicos «Océanos de sed» acompañados del teclado de Dani Ferrer , oímos aquel ruido de «Wio, Antenas y Pijamas», alzamos el vaso vacío para brindar por «Los días no vividos» y nadamos en la obsesión de sombras chinas en «La noche eterna»; también con el entusiasmo contagioso de Uri Bonet a los platos, la entrega de Jordi Roig a la guitarra y el dominio delicioso del bajo que luce el gran Ricky Falkner.

Uno de los momentos más tiernos fue el viaje a nuestra infancia: Albà tomó los mandos como «Planeador» y consiguieron que disfrutáramos de ese estupendo aeroplano sentados anonadados en el borde de la butaca con una sonrisa en los labios. Al llegar a destino encendieron la radio y sonó «Orden de desahucio en mi menor».  Paseamos por los cambios de «La parábola del tonto», dimos un billete solo de ida a «Los males pasajeros», cayendo de pie como lo hacen los gatos.

Confesaron que todas las canciones han nacido en diferentes lugares de Barcelona y se acuerdan de cada uno de ellos: «Domingo Astromántico» surgió en un lugar a pleno de sol de Junio y los monstruos de «Un día en el parque» en la Ciutadella.

El clímax de la noche fue cuando Santi, Julián, Guillem y su acordeón se mezclaron entre nosotros para interpretar a pelo un «Segundo Asalto» interrumpido por un público que se levantó para regalar unos  aplausos sinceros que emocionaron visiblemente a los artistas. Crearon un ambiente distendido, relajado y cercano, selfies, risas, abrazos y la magia de la melena de Julián, tal y como él mismo bromeó.

Antes de andar por los cables y presenciar el encuentro de «Oniria e Insomnia», Santi abrió un libro luminoso y relató, con besos de tinta y sin prescindir de predicados, la palabra justa del «Poeta Halley» que suele recitar Serrat.

Nada es lo que parece… Un escenario lleno de cajas de mudanzas, de dónde puede salir un haz de luz o un zepelin inmenso. Una ciudad al anochecer o una terraza en pleno verano. La magia de dos hinchables, tres marionetas, cuatro luces, cinco cartones, infinidad de sombras chinas y las letras más íntimas de Love of Lesbian.

Un formato que favorece el disfrute, la atención plena al escenario, sin cánticos, gritos, saltos o euforia desenfrenada. Un espectáculo apto tanto para fans de John Boy como para ateos con ganas de paladear  y darle un capricho a los sentidos.

 

 

Sònia Sáez

Sònia Sáez

Redacción