El Gijón Sound Fest es un certamen que trata de diferenciarse del grueso de festivales con una propuesta no sólo musical que, en palabras suyas, «nos permitan tener referentes, motivadores de ilusiones y sueños«. Una pretensión nada fácil y un tanto desdibujada pero que, al menos por tres días, posibilita tener en la ciudad a un buen número de artistas con los que disfrutar de música en directo. Que no es poco en los tiempos que corren.
Viernes 5
La jornada empezó en la sala Acapulco con el universo sonoro del holandés Jacco Gardner a través de ‘Somnium’, su último álbum (instrumental) y que supone un cambio en toda regla a su trayectoria anterior, habiendo pasado de la psicodelia y el delicioso pop sesentero de sus dos primeros discos a una no menos interesante propuesta electrónica grabada en Lisboa, donde ahora reside. A momentos diríase que hay un eco a Mike Olfield en canciones como ‘Volva’ pero también reminiscencias ochenteras: temas como ‘Rising’ podrían haber servido de banda sonora a ‘La Historia Interminable’ de nuestra infancia. Guitarra, loops, percusión y sintetizadores son la base de su música actual y para el espectáculo ultraíntimo jugó un papel fundamental la ambientación: una sala a oscuras tan sólo iluminada por un halo de luz sobre Gardner y su acompañante, no sobre el escenario sino en mitad de la pista, iluminados en un triángulo perfecto con toques de luz con velas de leds y el público alrededor sentado sobre alfombras y algunos sillones dispersos.
Jacco Gardner en Gijón.
Con la irrupción de The Mani-las sobre el escenario de la sala Acapulco el ambiente cambió totalmente: no hay nada más punk ahora que Maika Makovski, Mariana Pérez y Olaia Bloom dando tralla con energía y descaro a través de numerosas versiones. Makovski es una estrella de ceremonias de los pies a la cabeza, con cero complejos a la hora de increpar al público, cantar comiendo un bocadillo, escupir una naranja o bajar del escenario para bailar como pollo sin cabeza entre el público. Sin perder la sonrisa ni un solo momento. ‘He’s got the power’, el temazo de The Exciters de 1963, ha vuelto a la vida de la mano de este power trío fundamental para una escena musical donde el rock parece que vuelve a tener su hueco.
La fiesta se trasladó a continuación al Swami Ballroom donde Supersiders y Los Vinagres se hicieron cargo de la parte más desenfadada con su rock’n’roll y garage, por una parte, y el rock con sabor de refresco de los segundos con influencias latinas desde su Canarias natal.
Sábado 6
(N.Alles /R. García)
La sesión vermú contó con la banda británica Stone Foundation que repetía visita a la ciudad tras su participación en el Euroyeyé en 2014. La Plaza Mayor se inundó de soul y la voz de Neil Jones junto al bajo de Neil Sheasby acompañada de la sección de ritmos y viento metal hizo imposible no salir a bailar. Algunos de los temas escuchados fueron ‘Standing on the top’, ‘Season of change’ o ‘Give the man a hand’.
Antes de que fuera posible enfriar la suela de los zapatos, unos jovencísimos Jungle by Night subieron al escenario; nueve músicos pletóricos de energía que consiguieron que el público continuara bailando. El éxtasis llegó con ‘Stormvogel’, riff de eléctrica prestado de la música india junto al ritmo hipnotizador de la percusión y una impecable sección de viento metal.
Stone Foundation
Dorian Wood vino al Paraninfo de la Laboral a presentar su espectáculo ‘Xavela Lux Aeterna’, un homenaje a Chavela Vargas en el centenario de su nacimiento donde es fácil reconocer la grandeza de la artista mexicana de origen costarricense a través de la voz del artista, acompañado por un cuarteto de cuerdas, percusión y sintetizadores. ‘Macorina’, ‘La llorona’, ‘Se me olvidó otra vez’, ‘Gracias a la vida’ de Violeta Parra y otros tantos temas fueron interpretados con delicadeza pero fuerza escénica, algunos de ellos acompañados por el artífice de los arreglos para este espectáculo, Alberto Montero, a la guitarra. Dorian Wood destacó la honestidad y fuerza de las canciones de Vargas, especialmente para la comunidad trans: «El mayor desafío es vivir siendo uno mismo». Para el final, el artista invitó al público a cantar junto a su voz y la de Montero el mítico ‘Volver’.
Mientras el rock se hacía dueño de la sala Acapulco a través de The Fleshtones (donde los de Queens no dudaron en beber y bailar con el público en un final abrupto), en la carpa de la Plaza Mayor había una propuesta diametralmente opuesta: Morgan y La Casa Azul.
Algunos fans recordarán aquel verano hace unos 15 años en el que La Casa Azul ofreció un concierto gratuito en Gijón. Era la primera vez que visitaba nuestra ciudad y por desgracia gran parte del público no entendió su estilo: desde aquellos que buscaban a los miembros de una banda entonces inexistente hasta los que increpaban al músico por la falta de “dureza” y “masculinidad” de su música; Guille, siempre con una sonrisa, les invitó a buscarla en un whisky con cola. Mucho ha cambiado desde entonces.
La espera de más de media hora para La Casa Azul se hizo pesada, la carpa instalada en la plaza del ayuntamiento no impidió la entrada de la lluvia que acabó encharcando la pista y el lleno era casi absoluto. La preparación del escenario quedó justificada por el espectáculo de imágenes proyectadas del que pudimos disfrutar acompañando cada uno de los temas de Guille y su banda. El grupo presentaba nuevo disco (‘La Gran Esfera’, 2019). Si bien la voz de Guille no se escuchó con la claridad que hubiésemos deseado, el público, ecléctico y sin complejos, se entregó desde el primer momento acompañando a pleno pulmón temas de antes y de ahora como ‘Podría ser peor’ (quizás la canción del nuevo disco que mejor conserva el espíritu original de la banda), ‘A T A R A X I A’, ‘Todas tus amigas’, ‘Superguay’ o ‘Como un fan’.
Por su parte, Morgan demostró su buen hacer y el desparpajo sin complejos de Nina a través de temas tan intensos como ‘Sargento de hierro’, ‘Another road (gettin’ ready)’ o ‘Volver’. La calidad musical de esta banda, cuya consolidación se produjo en 2017, está fuera de toda duda y sus cinco premios MIN 2019 así lo atestiguan.
Domingo 7
Plato fuerte para la última jornada del Gijón Sound: repetía en la ciudad Rufus Wainwright y fue motivo de celebración para un nutrido público que pudo disfrutar de él durante las dos horas y media que duró el concierto (descanso incluido).
El neoyorkino con ascendencia canadiense es uno de esos artistas atemporales de cuyo carisma es imposible despegarse. Su recital parece en ocasiones un concierto de Frank Sinatra 60 años atrás, en otras es difícil no recordar a otro artista igualmente carismático como Freddie Mercury y en otros momentos se desvela su gusto por la ópera, un género por el que siente especial inclinación.
Salió al escenario del teatro de la Laboral con aires teatrales ataviado de chistera y traje a rayas e interpretó varias canciones al piano y a la guitarra junto a su impresionante banda (que incluye a Rachel Eckroth de teclista, telonera antes del concierto de Wainwright para presentar su tercer disco, ‘When it falls’, con una sensibilidad exquisita) para conmemorar sus 20 años de carrera: ‘Barcelona’, ‘Sword of Damocles’ o ‘Going to a town’ formaron parte de un repertorio sin fisuras dividido en dos partes, la segunda de las cuales vivió con una especial muestra de energía.
Wainwright, comunicador nato, no dudó en compartir comentarios con su público como su preocupación por la actualidad política (a la que va dedicada su última canción -‘Sword of Damocles-‘), sus ensoñaciones o su admiración por Leonard Cohen. Su preciosa adaptación de ‘Across the Universe’ de The Beatles puso el punto final a un recital irrepetible.
Rocío García
Redacción
Periodista y melómana. Crecí con la música y no he parado nunca de aprender de nuevos sonidos y sensaciones. Amante también de las palabras, todo junto hace la canción perfecta.