La mítica sala madrileña Siroco ofreció este pasado sábado, coincidiendo con el cambio de hora, un concierto que hizo perder la noción del tiempo
En una entrevista, Bestia Bebé dijo que lo que más le gustaba era tocar en vivo puesto que conseguía darle vida a la banda, “el momento en el cual cobra vida lo que trabajamos”. Pero como los actos dicen más que las palabras, Tom, Chicho, Polaco y Boui saltaron al escenario a demostrar que lo que dicen es cierto.
Con su recién estrenado Ep (junto a Apartamentos Acapulco) «De Fígareas a Bodeo», las influencias de su adolescencia metalera han dado lugar a un sonido rock ya no solo independiente, sino personal.
Con «El amor ya va a llegar» o «Lo quiero mucho a ese muchacho» el ambiente se impregnó de un romanticismo maduro que hacía contener la rabia a cada grito de “todo va estar bien”. Ver a este grupo en directo es como transportarte hasta las calles de tu infancia y querer llevar a todos tus amigos a primera fila para saltar mientras recuerdas todo lo que os ha pasado. Por eso, con «Fiesta en el Barrio» y «Wagen del Pueblo» las caras de los que estábamos allí solo podían esbozar una sonrisa.
“¿Mueres siendo un héroe, o vives lo suficiente para ser otro villano más?”, fue con esta canción -«Otro villano más»– con la que nos hicieron replantearnos que da igual como te llames, porque hay noches en las que lo desconocido se acaba convirtiendo en lo que deseas que te acompañe el resto del tiempo como, por ejemplo, sus canciones.
Y como, tras una lección aprendida, uno necesita asimilar lo ocurrido, Apartamentos Acapulco y su melancólica atmósfera nos cedieron unos minutos de reflexión antes de darnos la bienvenida a su último trabajo «El resto del mundo».
Angelina e Ismael se adentraron en este mundo sin mayor pretensión que disfrutar del proceso de componer y grabar música, pero intentando no dejar indiferente a quienes los escuchan. Objetivo conseguido. Con alrededor de 10 canciones y un bis, fueron capaces de generar toda una oleada de sensaciones entre los allí presentes.
Con «Estrella de los Mares» y «Deseo» cada uno mantuvimos una introspectiva conversación mirando agradecidos a quienes teníamos tocando las palabras exactas que muchos no somos capaces de decir.
Guitarras y sintetizadores sonaban en una armonía perfecta que hacia inevitable no poder poder mover los pies y levantar los brazos en temas como «La mujer y el monstruo» o «Camino de Ronda».
Pero la fiesta de verdad llegó cuando sonaron los primeros pulsos de «Regional Preferente». Fue ahí cuando dejamos todo el peso de aquello con lo que no podíamos más y danzamos al ritmo de una melodía tan cañera como atrayente recordando todo aquello que “no estuvo tan mal”.
Asistir a este concierto fue algo así como descubrir la receta de la felicidad: puede que sea efímera, pero nada malo podrá suceder mientras la música siga sonando.
Isabela Vivo
Redacción