Pigmalión (2019)

  • Lázaro
  • ⭐️ 8/10
  • Alkilo Discos

Pigmalión es, según Ovidio, el rey que se enamoró de la escultura que él mismo había creado. Pigmalión se enamoró de una estatua, y no de una persona, porque el concepto que tenía de una pareja estaba tan extremadamente idealizado que ninguna mujer de carne y hueso llegaría a cumplir alguna vez sus expectativas. Lázaro, en su nuevo disco, moderniza el concepto sin que el mismo pierda su esencia: “Pigmalión” (Autoeditado, 2019) es algo hacia lo que corres, pero nunca llegas a alcanzar (como en una pesadilla recurrente), o algo que se encuentra en la misma posición exacta y triangulada en la que tu estás, solo que en un universo paralelo (“si estabas tan cerca, ¿por qué no pude tocarte?” canta Nieves en “Rhinos”).

El ser humano es perfeccionista por naturaleza, o de otro modo jamás habría evolucionado. La autocrítica forma parte del aprendizaje, pero en exceso resulta masoquista: si siempre estamos buscando algo mejor, nunca llegaremos a poseerlo. Metáforas aparte, el tercer disco de la banda nos muestra que ésta se encuentra escalando una montaña, algo que ya sospechábamos con “RGTRN”, EP con el que encontraron una fórmula que les funcionaba y que ahora se halla inmersa en un contexto más rico. Es inevitable que, tras tantos años de trabajo, el artista se curta.

No obstante, no podríamos hablar de un álbum conceptual, pues su hilo conductor se percibe más en un plano estrictamente musical. En un entorno en el que todo parece inventado, o en el que el sistema musical occidental parece quedarse obsoleto, encontrar un sonido que te diferencie es admirable. Con Lázaro sucede algo similar a lo que sentías en el instituto cuando reconocías la caligrafía de un amigo en la puerta del lavabo: nadie te lo ha dicho, pero sabes que es de su autoría.
Casi parece que el álbum siga un camino circular, pues lo que comienza como una espera tediosa e inaguantable se torna, al final del disco, en uno de los momentos más dulces de una vida. Ya nos gustaría a muchos aprender a disfrutar en aquellos instantes en los que aguardamos otros, y dejar de idealizar lo desconocido.

Ovidio nos cuenta, en su Metamorfosis, que Pigmalión se enamoró de su propia obra. Si yo fuera Lázaro, no dudaría en hacer lo mismo con la mía.

Marta España

Marta España

Redacción

No he cadenciado todavía