josé gonzález

La combinación musical y sensitiva entre la obra del artista sueco y el fantástico despliegue artístico de The String Theory maravilló al público madrileño, que demostró con ahínco, su devoción y respeto por el concierto ofrecido

Aunque no fuera la primera vez que desarrollaban juntos el repertorio del cantautor sueco, lo cierto es que poca gente – o eso pienso- esperaba tal espectáculo la noche del pasado lunes en la Gran Vía madrileña. El Teatro Lope De Vega se convirtió en el testigo perfecto para uno de los mejores bolos del año.

Con la sencillez y humildad a la que nos tiene acostumbrados el bueno de José González, hacía acto de presencia en el escenario tras la salida al mismo de la poblada orquesta experimental. Contaba con una imponente sección de cuerda, así como metales, órgano y una sección de percusión que iría ganando protagonismo a lo largo de la noche, haciendo las delicias de uno de los mejores públicos que recuerdo en la capital. Debe ser que el teatro impone.

Como si de una performance que une con acierto la sonoridad de los objetos, la iluminación y las melodías se tratara, comenzó un show que avanzó con delicadeza y mimo a lo largo de más de hora y media de concierto, donde pudimos disfrutar de los diferentes registros sonoros propuestos por el repertorio del artista sueco.

El primero de los actos arrancó con una prolongada e intensa introducción que nos condujo al primero de los magníficos temas de González. El anestésico «Far away» cediendo todo el protagonismo a su compositor junto a su guitarra para ir sumando sonoridades en un claro in crescendo dentro de la propia canción, gracias al despliegue algunos sintes, metales y, cómo no, de la turbadora sección de cuerda de la orquesta.

Tras esta primera toma de contacto, y la ovación del respetable a la orquesta y su director, PC Nackt, continuaron con «Crosses», otro de esos cortes marca de la casa, que consigue arañarte las entrañas, y en el que el acompañamiento de la orquesta se sintió mucho más orgánico y natural y «Abram», donde la sonoridad se hacía más periférica, y los violines afilados regalaron una base de distorsión casi épica durante todo el tema.

«What will you», de su último álbum «Vestiges & Clows» (2015), abrió el capítulo central del show, con un interesante cambio de tempo y dejando definitivamente claro que se trataba de un concierto en que el nivel técnico de la actuación, unido al emocional, se elevaba muy por encima de la media de cualquier concierto tradicional. Culpa repartida a partes iguales por la combinación artística presente en el escenario.

La bella e intimista «The Forest» nos retrotrajo a la naturaleza más auténtica de González, rematando el pasaje con «Cycling trivialities», con la que uno es capaz de acariciar el terciopelo de la música popular con la yema de los dedos.

«Every age», con su universo propio en el que perderse, gracias al crecimiento gradual del tema, tanto a nivel melódico como sinfónico, te preparaba en bandeja de plata un desenlace final apoteósico. Atisbando canción a canción el desenlace perfecto de una cronología narrativa perfectamente encuadrada en aquel lugar y momento para todos y cada uno de los asistentes. No tengo duda de ello.

La escalofriante y arrebatadora «Hearbeats» arrancaba las lágrimas –razonables- de parte del público, mientras «Let it carry you» empezaba a agitar las almas a golpe de percusión, para alcanzar el cúlmen definitivo gracias a «Stories we build, stories we tell» y la participación de todo el público a petición del director de la orquesta y la maravillosa versión del «Teardrop» de Massive Attack, donde se alinearon todos los elementos de una noche redonda. La música, el respeto y la conexión entre público y artistas.

Por si aún fuera poco, y con riesgo deformar la perfección escénica y narrativa del concierto, José González y The String Theory se arriesgaron con los bises. Y es que aún quedaba leña que cortar.

Tras una introducción instrumental para deleite de la orquesta, con González como un percusionista más, se alcanzó el momento más rock and roll de la noche gracias a «Down the line» y un final apoteósico, estridente y prolongado en el tiempo, que te dejaba noqueado.

Así, y definitivamente, se cerró los ritmos frescos y comunales de «Lead off/The cave», para que el teatro completo rompiera a aplaudir –de manera significativamente prolongada- una de las actuaciones del año en la capital.

Aunque resulta obvio pensar que la asiduidad de esta combinación artística restaría magia a todo el espectáculo, será difícil no echarla de menos en futuras ocasiones. Mientras tanto, regocijémonos en el placer de la noche del pasado 1 de octubre.

Iñaki Molinos M

Iñaki Molinos M

Redacción

La honestidad no es una virtud, es una obligación.