En su tercera edición, el festival gallego se consolida y se amplía: resumimos lo mejor de este año
La grandeza de festivales como el Atlantic Fest reside en la capacidad de conciliar artistas de la talla internacional de Kaiser Chiefs o The Vaccines con emblemas nacionales como La Casa Azul o Christina Rosenvinge junto a propuestas locales como Iván Ferreiro o Rayotáser en un ambiente distendido, libre de las largas colas a las que el público se ve sometido en las macrocitas musicales.

Rayotáser durante su actuación el domingo en la plaza de Abastos.
El viernes 20 el Atlantic arrancó con una novedad: esta vez, los conciertos salieron de los bares y se crearon nuevos escenarios para disfrutar con más holgura de los directos de la noche: Soledad Vélez o Papaya tuvieron su hora de gloria y pusieron a bailar a todo el público asistente que arrancaba motores para lo que estaba por venir.
Pero si hubo alguien que brilló con especial notoriedad el primer día del Atlantic fueron María Arnal i Marcel Bagés, que estrenaron formato en el Auditorio de A Illa (donde habitualmente se hacen los primeros conciertos del festival, pero esta vez con pase doble). ’45 cerebros y 1 corazón’ es un álbum de debut pero es mucho más: es la constatación de que la música puede alcanzar otros derroteros, sonar a ritmos tradicionales con la desvergüenza de la juventud y decir, decir mucho. Canciones con tintes políticos, antifascistas y, sobre todo, mucho sentimiento que tocaron la fibra sensible del público asistente desde su Catalunya natal.
El sábado 21 la fiesta se trasladó a la carpa principal (SON Estrella Galicia) en la playa de O Bao y si bien hubo más de un rezagado (a mediodía Presumido tuvo la difícil pero meritoria tarea de abrir fuego ante un público escaso) para la llegada de la primera estrella de la jornada el ambiente ya se había caldeado. Iván Ferreiro jugaba en casa, en su Galicia, y lo hizo con pocas novedades respecto a conciertos anteriores de su gira de presentación de ‘Casa’. De hecho, la apertura fue con la canción que da título a su disco y continuó tras advertir que hablaría menos y cantaría más (gajes del formato de festival, los tiempos son reducidos) con ‘Tupolev’,’Toda la verdad’, ‘Pájaro azul’, ‘La otra mitad’ y ya al piano la exquisita ‘Extrema pobreza’.
Ferreiro, que se mostró encantado de tocar a las 14.15 horas («es horario europeo», dijo), prosiguió con ‘Dies Irae’ y ‘El viaje de Chihiro’. Complaciente con su público, no faltaron las sempiternas ‘Años 80’, ‘El equilibrio es imposible’, ‘El dormilón’ o ‘Turnedo’.

Iván Ferreiro, uno de los protagonistas de la jornada del sábado.
Durante la tarde hubo propuestas tan dispares como Yung Beef y Rodrigo Amarante, uno representante de la música urbana actual, el segundo como cantautor brasileño que desplegó su intimismo sobre el escenario y quizá el menos beneficiado por el formato. Mención aparte merecen también las componentes de Mushu, seis adolescentes pontevedresas que demostraron más tablas sobre el escenario que otras formaciones más avezadas y que presentan ya su segundo EP, ‘Fears’.
La siguiente gran cita fue La Casa Azul, que protagonizó uno de los conciertos más bailados y cantados con un repertorio similar al de MAZ Basauri. ‘Podría ser peor’ o ‘Chicle Cosmos’ son ejemplos de ese particular estilo de Guille Milkyway, quien navega cómodamente en la electrónica para contar historias llenas de sentimientos agridulces con el toque distendido por bandera. ‘Superguay’, ‘Yo también’ (momento de tranquilidad para interpretarla al piano sin artificios), ‘Colisión Inminente [Red Lights, Red Lights]’, ‘Esta noche sólo cantan para mí’ o ‘La revolución sexual’ son ya auténticos himnos que funcionaron a la perfección.
Tras tamaña descarga de adrenalina cambiamos de escenario para ver a Christina Rosenvinge, quien demostró su buena forma con temas como ‘Niña animal’ o ‘El pretendiente’. Son más de tres décadas haciendo música y tras haber sido uno de los iconos de la Movida, la madrileña sacó recientemente su último trabajo, ‘Un hombre Rubio’, el décimo de su carrera en solitario y donde hay canciones tan emotivas como la dedicada a su padre fallecido ‘Romance de la plata’. Otro de los puntos álgidos de su concierto fue su intepretación de ‘La Muy Puta’ con la cantante por el suelo del escenario a modo de funeral. Manuel Cabezalí (Havalina) a la guitarra fue otro de los protagonistas de la cita, con quien ya colaborara la madrileña en el pasado.

Christina Rosenvinge, durante su concierto en el Atlantic Fest.
Los dos nombres internacionales de esta edición del Atlantic Fest sirvieron por sí solos para atraer a un buen número de incondicionales, y si bien ambos conciertos fueron tremendamente enérgicos y divertidos, seguimos creyendo que lo más especial del festival es la combinación de fuerzas.
Fue de agradecer disfrutar del rock fresco y juvenil de The Vaccines sobre el escenario principal con un Justin Young pletórico que no paró de caminar un segundo sobre el escenario al ritmo de temas emblemáticos como ‘If you wanna’ pero también con momentos tiernos como ‘Your love is my favourite band’. Kaiser Chiefs, por su parte, se encontraron con un público entregado y arrancaron con todo el arsenal a ritmo de ‘Everyday I love you less and less’.
Su cantante Ricky Wilson, como auténtico showman, a punto estuvo de perder el fuelle de tanta energía pero sacó fuerzas para interpretar con igual intensidad desde ‘Ruby’ a ‘Hole in my soul’, ‘Good days bad days’ o ‘The angry mob’.

Un momento de la actuación de Kaiser Chiefs.
El domingo 22 el fin de fiesta se trasladó a la plaza de Abastos reconvertida en discoteca para recibir (con conga incluida) a Esteban y Manuel y a Rayotáser. Gracias al Atlantic Fest por regalarnos una edición más de lujo. Y ya van tres.
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