Los Arctic Monkeys han dejado de ser aquella banda descarada que descubrimos con nuestros primeros granos de acné. Como todos han crecido y evolucionado y el directo de esta nueva gira es mucho más templado y elegante que en sus inicios aunque ofrecieron minutos de infarto en los que mostraron su esencia

Antes de empezar a contar con detalle nuestra historia os diremos que todos y cada uno de los acontecimientos que os explicaremos a continuación son verídicos. Casi podríamos decir que el concierto de Arctic Monkeys en el Primavera Sound se puede resumir en dos canciones (que vaya dos canciones), pero vayamos por partes.

Imaginaos a tres personas que lo dejan todo para coger un buen sitio delante del escenario Mango, donde iban a actuar los Monkeys. Conseguir un buen sitio consistía en pelearse por un diminuto espacio enfrente de una valla, porque si algo hemos aprendido de las anteriores ediciones del festival es que si quieres ver a alguien que te gusta en condiciones tienes que poner una valla delante en tu vida, no detrás (como fue en el caso de Radiohead en 2016). El La cuestión es que conseguimos transformar ese pequeño espacio en un sitio decente para poder formar nuestro famoso triángulo, una formación famosa en el mundo entero que vamos a patentar: dos personas delante y una detrás. Toda esta estrategia la desarrollamos mientras veíamos en pantalla el gran recital de Lorde. Mientras se iban acumulando un gran número de fans a nuestro alrededor.

Por fin termina el concierto de la neozelandesa y nosotros nos ponemos todavía más nerviosos. Alex Turner y compañía no se hacen de rogar y aparecen puntuales encima del escenario. Pensad que casi todo el festival, alrededor de 50.000 personas, estaba esperando ese momento. Allí no cabía nadie más pero nosotros y nuestro triángulo nos hacía fuertes. Imaginaos el estruendoso ruido que se produjo al escuchar los primeros compases de “Four Out of Five”, nada comparado con lo que estábamos a punto de vivir. Queremos destacar que todos los temas de “Tranquility Base Hotel + Casino” sonaron de maravilla, mejores que ningún otro.

Ese gran momento fue el que nos cogió a todos por sorpresa al sentir las guitarras de “Brianstorm”, una descarga de adrenalina que volvió loco a todo el mundo. Un estado de éxtasis del que sólo los fans de los primeros Arctic Monkeys como nosotros podían sentir. A nuestro alrededor un tumulto de gente enloqueció y empezó a empujar muy fuerte, pero lo que no sabíamos era que ese tema enlazaría con la mítica “I Bet You Look Good On The Dancefloor”. Aquí la presión era cada vez más fuerte, pero el hype es lo lo puede todo: no había dolor, sólo felicidad. Algo indescriptible. Pensamientos que pasaban a la velocidad de la luz recordando tantos momentos vividos con estos temas en  nuestra época post-adolescente. En definitiva, una locura que nos hizo pensar en que si esto seguía así, de allí no salía nadie vivo.

Esta sensación se volvió a sentir en el bis pero ya de una forma más comedida. “The View From The Afternoon”, tema que sinceramente no esperábamos escuchar en el concierto y nos alegró todavía más la noche, subió las pulsaciones para enlazarlas con el apoteósico y esperado final de “R U Mine”. Un re-subidón que terminó con todo el personal botando y un señor con las gafas rotas detrás de nosotros. Una minucia para él: todo le daba igual, él estaba feliz tal y como aseguró a los que estábamos cerca.

En general, el concierto tuvo sus más y sus menos, pero en todo momento los Arctic Monkeys supieron mantener un gran nivel de excelencia encima del escenario. Ya no son esa banda despreocupada de antaño: ahora cuidan hasta el último detalle de su producción y de su música. Ahora es una banda que toca canciones como “Crying Lightning”, “Pretty Visitors”, “Do Me A Favour” o “505” con una entereza que no tiene nada que ver a lo que nos tenían acostumbrados. Totalmente lógico. Permitiéndose el lujo de dejar en el tintero temas universales como “Mardy Bum”, “Dancing Shoes”, “When the Sun Goes Down” o “Fluorescent Adolescent”. Quizás esté aquí el motivo de la división de opiniones que ha recibido la actuación de los de Sheffield. La madurez no hace prisioneros.

Los que sí que hacen prisioneros son los recuerdos y nadie nos podrá quitar de la memoria aquellos minutos donde nada en la vida importaba más que ese momento. Te haya gustado más o menos la actuación de Arctic Monkeys en el Primavera, lo que queda es la nostalgia y, queramos o no, nosotros hemos crecido y seguiremos creciendo con ellos. 

En breve, los afortunados de vivir esta experiencia serán los que asistirán al Mad Cool. Dejaos llevar, poneos zapato cómodo y esperad la explosión.