El grupo madrileño reventó una Sala Caracol de Madrid repleta con su habitual sonido arrollador, agotando una de sus últimas presentaciones en la capital de su magnífico disco Sentido del espectáculo (2017).

Previo al concierto principal pudimos asistir a las actuaciones de Enamorados, pop  entusiasta con aromas punk, buen sonido pero algo previsible, y la tormenta sonora de Violeta Vil. Sonido más que interesante que mezclaba diversos géneros, apoyados en una base hardcore recorrieron el punk, synth pop o ritmos más bailables aunando bases programadas y un gran sonido a la guitarra. Lástima que la estridente y dominante voz de su vocalista no termine de encajar con la propuesta.

Llegábamos así al plato fuerte de la noche. Un show que no duró más de una hora, tiempo más que suficiente para que Biznaga diera cuenta del potencial que tiene entre manos y que no han hecho más que empezar a descubrir ante una masa de seguidores cada más amplia y fiel, como se pudo comprobar en la noche del pasado sábado.

Con todas las entradas vendidas y el entusiasmo general de una sala abarrotada saltaban al escenario los cuatro miembros. Tras ellos una pancarta que rezaba “Nadie, nunca, nada, no”, como un elemento más de su discurso afilado, potente y ciertamente vigente envuelto en letras elaboradas hasta el mínimo detalle, aspecto a agradecer y que les diferencia dentro de la escena alternativa actual.

Como si de una guerra fratricida se tratara, el directo de los Biznaga no te da un mínimo respiro entre golpe y golpe. Un ataque constante en forma de canciones que te alcanzan sin que puedas asimilarlo, un repertorio firme y acertado elevado a la máxima potencia gracias a un sonido ensordecedor y compacto. Donde la unión instrumental de sus miembros hace de sus conciertos un auténtico regalo para los oídos.

‘Cul-de-Sac’ o ‘Las brigadas enfadadas’ de su primer LP Centro Dramático Nacional (2014) fueron algunos de los primeros cortes en sonar, con un Milky inconmensurable a la batería, dejando absorto a gran parte del público (entre los que me incluyo).

Como golpeos certeros y concretos fueron sonando temas fugaces, a medida de una propuesta propia que tan bien ejecutan los madrileños. Espíritu punk, con reminiscencias ochenteras y una estructura pop realmente lograda.

‘Jóvenes ocultos’ y ‘Fiebre’ sirvieron para cerrar la introducción del show, saludar y seguir sin descanso con un setlist en forma de metralleta: ‘Mala sangre’, ‘Héroes del no’ o ‘Nigredo’ fueron las siguientes. Narrativa elaboradísima a través de unas letras marca de la casa, agresivas y subversivas. En definitiva, reflejo de una realidad, actualidad y rebeldía que debe mostrar una banda como esta. Aquí y ahora.

Uno de los momentos de la noche pilló a propios y extraños por sorpresa, cuando debían parar en mitad del climax de ‘Adalides de la nada’ (y yo diría que del concierto), debido al reventón literal de la caja de la batería…gajes del oficio.

Tras el breve y obligado descanso, volvieron a arrancar con la canción mencionada, uno de los himnos de la banda, perteneciente a su primer EP.

A partir de aquí y con alguna excepción, la banda se asentó en un territorio más cercano al pop antes mencionado. Algo menos de ritmo y ruido y temas que sonaron a las mil maravillas como ‘Los cachorros’.

En esta línea nos adentramos en el final de un sobresaliente espectáculo, al que puso la guinda dos de esas canciones que huelen a pelotazo en cuanto las escuchas por primera vez, y que en directo se elevan al cuadrado.

‘Una ciudad cualquiera’ coreada por toda la sala y con una destacada interpretación vocal de Álvaro (durante todo la actuación) y el single que sirvió de presentación de su último disco, ‘Mediocridad y confort’, cerraron el concierto en su punto más álgido. Cierre idóneo y gratificante.

Dos grandes LP´s los contemplan,  su directo los ensalza. Disfruten del presente de Biznaga.

Iñaki Molinos M

Iñaki Molinos M

Redacción

La honestidad no es una virtud, es una obligación.