Noviembre llegaba a su fin, y ¿qué mejor manera que celebrarlo con un concierto? La cita tuvo lugar en la Sala Apolo, que abrió sus puertas al Festival del Mil·leni 19 trayendo consigo a La Iaia, el trío de Vic que acababa su gira de capitales en Barcelona.

Texto: Sònia Sàez
Fotos: Mónica González

Como si un sábado de los buenos fuera, la sala está a oscuras y empieza a sonar música instrumental, creando gran expectación entre los asistentes. De repente una silueta se dibuja y el público empieza a aplaudir y silbar: es un valiente Ernest Crusats cantando solo y a pleno pulmón en la penumbra «Sóc un gerro ple d’aigua», a modo de himno, sin más compañía que la de su flauta travesera, que nos deja empapados ya desde un principio. Suben las luces que dan paso a los hasta entonces ausentes, Jordi Casadesús i Jordi Torrents, que nos hacen sentir como en casa-casa con «L’arbre que vol ser humà». Repasaron temas de su tercer y delicioso álbum «Tornar a ser u», como «3/24», donde llaman al ángel de la guarda, o «Clar! Clar! Clar!», sin olvidarse de los anteriores trabajos «On és la màgia?» y «Les ratlles del banyador», de donde han salido grandes obras de arte, porque no se puede calificar como menos, que disfrutamos en directo, tipo «On és el meu cap?», que nos hizo perder la cabeza por la ciudad, o «L’ós», que en vez de transformarnos en mamíferos peludos convirtió un concierto cercano e íntimo en un auténtico festival desbocado.


Justo en la entrada nos dan unas máscaras del protagonista de la carátula del último disco y poco después descubrimos para qué: íbamos a ser testigos y ¡co-protagonistas del videoclip «La millor flor del balcó»! Nos proponen jugar al quién es quién, así que todos nos ponemos las máscaras y si no cumplimos la premisa nos la tenemos que quitar; el último que quede con la careta puesta será el protagonista del clip. Se quedan las chicas, luego las menores de 25, las tatuadas y finalmente una única sudamericana, Magalí. Después de todo nos confiesan que su elección estaba pactada previamente, pero lo perdonamos por el rato divertido que hemos pasado y pasaremos en el rodaje. Instrucciones claras, todos preparados, cámara y ¡acción!

Tampoco podían faltar «La platja», detallada y descriptiva, o «Sota l’arbre», donde les seguimos como quien no quiere nada, aunque sabemos que nos perderemos… Difícil entender como en «Explosió» no les contestan ni les dicen nada cuando allí todo respondíamos cantando cada palabra de la pegadiza letra, hasta que deciden ponerle fin al espectáculo, sin avisar. Pero solo es un amago, y después de la parada y a gritos de ‘no n’hi ha prou’, sale de nuevo el cantante en solitario, esta vez con una guitarra que hace enmudecer el público navegando sin perder el timón por «El meu vaixell», triste, personal y a modo de susurro. Deciden salir de su zona de confort y saltan del escenario para colarse justo en medio del meollo, rodeados por un público que les deja espacio, pero arropándolos a la vez, con un seis y un cuatro dibujando su retrato en «Un i mig» a viva voz, sin amplificaciones, haciendo esta vez el silencio más absoluto entre los asistentes.


Después de controlar el tiempo que queda, nos anuncian que da para tres canciones y nos regalan «No sé què fer amb la meva vida», «Mariona» y «Declaració de principis», tema que dedican a un invitado muy especial: LA IAIA, en mayúsculas. La abuela de Ernest se plantó en el Apolo, emocionando a los presentes, que ovacionaron a la orgullosa, divertida y genuina Iaia, que se escondía al oír como todo el público le rendía homenaje, aunque no más que el hecho por su nieto en varias canciones, como la literal «Jo vull ser la meva iaia» (caminar sense bastó, sense pressa per viure, fer un menjar deliciós) o «L’accident que casualmente describe la escena vivida: “la iaia al seu silló, ella escolta cançons que faig jo”.

No nos creemos que lo hayan hecho tantas veces mal, si más no demostraron que saben emparejar calcetines y dieron motivos para que hablen de ellos los periódicos, las radios. La televisión tiene su versión y también la tenemos en El Perfil de la Tostada: bordaron un tremendo directo, como si fueran la protagonista de «Ella cus», sencillo pero muy estudiado, delicado, sincero y sobretodo próximo, sin olvidarse del ritmo twist & shout.