La mítica banda granadina brindó un concierto sobresaliente ante un Wizink Center Ring abarrotado, que disfrutó de la mejor cara en directo de Jota y compañía.
Amados u odiados, esa es la simple y llana dicotomía que se podría hacer de la música de uno de los grupos fundamentales del pop español de las últimas tres décadas. Sin embargo, cualquiera que se acercara el pasado jueves al antiguo Palacio de los Deportes a escuchar a Los Planetas, difícilmente puede irse decepcionado/a de lo allí acontecido.
Tras tantos años de trayectoria, es complicado toparse con un grupo que siga realizando grandes discos, y que incluso innove dentro de un estilo propio tan característico y único, algo poderosamente demostrado con Zona Temporalmente Autónoma (2017), que contiene un buen puñado de canciones de una factura notable, y el cual vinieron a presentar, acompañado de grandes clásicos y alguna que otra pieza de coleccionista.
No es ninguna novedad, que la calidad musical del grupo ha evolucionado a lo largo de los años, como tampoco lo es la importancia y peso interpretativo de Jota en el transcurrir de sus directos. Y ayer, el carismático personaje que capitanea la nave planetaria, entro algo frío al partido pero a medida que avanzaba la noche fue creciendo hasta acabar totalmente sembrado. Haciendo que cada una de las canciones gane en cuerpo y esencia, alcanzando lo superlativo en muchas ocasiones.
Así, se presentaban tras los cinco minutos de rigor y con su acostumbrada e inexistente mística artística, sin misterios, sin efectos, sin trampa ni cartón, más allá de una tenue luz y la sintonía de una canción ambiental de fondo.
Tras un inicio asentado en medios tempos oscuros, marca de la casa, como ‘Los poetas’, ‘Seguiriya de los 107 faunos’ o la maravillosa ‘Señora de las alturas’, se podía reconocer un sonido algo estridente, difícil de ajustar a la potencia con la que estaban dispuestos a jugar, sobre todo en lo referente a la voz.
‘Ya no me asomo a la reja’ funcionó como bisagra para que la maquina empezará a carburar casi a la perfección con grandes temas; clásicos como ‘Corrientes circulares’, ‘Parte de lo que me debes’ o contemporáneos a la par que magníficos, como es el caso de ‘Hierro y níquel’.
Una mínima pausa de intensidad, breve descanso de la mano de ‘Amanecer’ para desembocar en una avalancha desencadenada de canciones a la altura de muy pocos grupos nacionales.
Aún a estas alturas, sorprende la capacidad de progreso exponencial que alcanzan en su repertorio los de Granada, pasando de un formato recogido, íntimo, cuasi familiar a una dosis de emotividad, adrenalina e hipnosis totalmente abrumadora.
El menú central del concierto, que se alargaría casi hasta el primero de los finales se componía de la majestuosa ‘Islamabad’, con esa atmósfera sonora capaz de embriagarte desde la primera escucha, y la adaptación lírica del tema de Yung Beef, que en directo te deja más petrificado si cabe.
El segundo plato correspondía a ‘Santos que yo te pinte’. Frontman sin guitarra, cigarrillo en mano y uno de esos cantos desgarradores que te hacen identificarte para siempre con una formación (al menos en mi caso).
Instalados definitivamente en la climax del show (tanto musical, emocional como sonoramente), era turno para ‘Segundo premio’, un tiroteo constante de emociones, gracias nuevamente a un mensaje sufridor apasionante, una batería que te entra como un cuchillo en la mantequilla y el que probablemente sea el mejor riff del pop independiente español.
Se podía estirar aún más la degustación, y así llegaba el momento más álgido y coreado de la noche, con la cronología cotidiana de ‘Un buen día’, lo quieran o no, un absoluto himno generacional.
Todavía quedaba hueco para el postre y prolongar el regocijo placentero-nostálgico, gracias a ‘David y Claudia’ y ‘Jose y yo’, para cerrar el momento cumbre del show y satisfacer profundamente a cada una de las almas allí presentes. No faltaban motivos.
Tras este maratón discrecional de enormes canciones, nos acercábamos sin remedio al primero de los finales de la actuación. Rarezas como ‘Prueba esto’, la fantástica ‘Canción del fin del mundo’, otra buena capsula de ZTA, de la mano de ‘Ijtihad’, para despedirse por todo lo alto con ‘Alegrías del incendio’ y su apoteosis final.
Llegaba así el momento de los bises, que si bien continuaron en la buena dinámica de sonido e interpretación de una banda más que rodada con la gira de su nuevo disco, quizás la selección no fue la más acertada. A excepción de un par de canciones que a todos/as nos rondaban la cabeza.
La Bien Querida hizo acto de presencia para cantar a dúo junto a Jota ‘No sé cómo te atreves’ y el ‘Espíritu Olímpico’ del derrocamiento personal, y cerrar este segundo acto con otra de sus nuevas joyas: ‘Zona autónoma permanente’.
Una desapercibida ‘Nuevas sensaciones’ fue la antesala de la revolución final, que nos trajeron de la mano de ‘Pesadilla en el parque de atracciones’ y ‘De viaje’, poco queda por decir de esta pareja de canciones que ponía casi el punto final…, algo que haría definitivamente ‘La caja del diablo’ con un nuevo delirio final en forma de guitarras, sintetizadores y un ejercicio de virtuosismo final de Eric a la batería que alcanzó tintes realmente épicos. Difícilmente comparable.
Final de un espectáculo en el que Los Planetas demostraron seguir en plena forma en sus directos, representando el paradigma del pop alternativo en este país gracias a un repertorio, que sigue renovándose muy dignamente, y que se encuentra grabado a fuego en la memoria colectiva de una generación cada vez más amplia. ¡Larga vida al rey!
Iñaki Molinos M
Redacción
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