“Deséame suerte” es una canción que versa sobre un comienzo, mientras que aquella de título homónimo al trabajo trata sobre un cambio significativo (o el hecho de ser consciente de que una etapa ha terminado). Algo que, en definitiva, afirma que los discos de Vetusta Morla son, en su mayor parte, conceptuales: de aquellos que tienes que escuchar de principio a fin. En “Mismo sitio, distinto lugar” (Pequeño Salto Mortal / Sony Music, 2017) no iba a ocurrir lo contrario: lo primero que llama la atención es que las canciones no cadencian, de modo que su final parece suspendido en el aire y casi lo tienes que imaginar. Así, el resultado es un disco que, si bien dividido en pistas, puede ser considerado como una sucesión ininterrumpida de un continuo sonoro: lo atestiguan los finales de “Palmeras en la Mancha” o “Te lo digo a ti”.
Otro de los elementos conceptuales del álbum, pese a la abstracción común de las temáticas de la banda, es que éstas parecen, en su mayor parte, referentes a un sujeto, conquistado todo el trabajo por una segunda singular con hambre de dominio. Que en el universo estético de Vetusta Morla prime una entidad concreta, dotada de un cuerpo tangible, es inusual; sin embargo, parece que la misma esté dotada de la conceptualización de la necesidad: obligación de estallar, de escapar o de olvidar. Quizá haya sido esta misma necesidad, cuasi-biológica, la que ha impulsado a la banda de Tres Cantos al cambio de sonoridad, si bien la misma sigue un movimiento circular: “MSDL” no es “La Deriva” y, mucho menos, “Mapas”, pero bien podría asemejarse a “Un día en el mundo” si este hubiera traspasado las fronteras de La Latina.
Esta evolución nace, por tanto, de lo inevitable, pero también de la propia producción, siendo la primera banda española que tiene la oportunidad de colaborar en un proyecto con Dave Fridmann, o de pasar una temporada en los Hansa. No obstante, la tecnología no se encuentra en detrimento de la lírica, sino que afianza ciertos matices que no serían transmitidos de otro modo: el vendaval de “Punto sin retorno”, la magia de “Deséame Suerte” o la violencia en “Palmeras en la Mancha” son guiños a la propia poesía, juegos de niños que nos recuerdan el paso de los años y la mejora con las escuchas. “Mismo Sitio, Distinto Lugar” es un juego condensado en menos de cuarenta minutos. Un objeto que nace de la curiosidad, el aprendizaje y un aspecto más sensible: humor emocional, como el del patio del colegio o las fechas marcadas en el calendario.
Esto, por otra parte, sucede en todos los aspectos del disco: en caso de la producción, es evidente, pero no un caso aislado. Vocalmente, encontramos desde la síncopa más rítmica hasta el melisma descendente más cercano a una cantante de fado; en cuanto a la armonía, ésta se encuentra colmada por modulaciones inesperadas, habaneras y progresiones que parecerían sacadas de un coral decimonónico. También ritmos ternarios, percusiones independientes y, en definitiva, todo un compendio de algunas de las ciencias de la música externas al entorno popular, o fuera del dominio habitual de sus integrantes.
“Consejo de sabios” es el mayor regalo que nos brinda este nuevo trabajo. Esta cuarta pista versa lo siguiente: “Hoy tu recuerdo es un pájaro que bate sus alas detrás de mí”. Vetusta Morla son un recuerdo, y es que la música, por su carácter temporal e intangible, se encuentra más en la consciencia que en el propio sentido. Por otra parte, parece imposible no concebir a la banda como un punto de retorno: independientemente de la estilística, los lapsos temporales o las alteraciones de la retórica, el universo de Vetusta Morla, como la impronta de una madre, siempre será un lugar al que volver.