Micah P. Hinson, el singular compositor americano, ofreció un delicado y crudo directo en la sala Siroco de Madrid, donde presentó su último álbum The Holy Strangers (2017), publicado el pasado mes de septiembre.
Micah P. Hinson es una persona peculiar, eso no se le escapa a nadie. Tampoco se escapa que tiene dotes de verdadero genio para la composición de canciones, y más concretamente para la recreación de las mismas en un género musical, de raíces americana, que el de Memphis adopta y muta en atemporal de manera magistral.
Todo esto lo trasladó en la noche del sábado a un fantástico directo en la sala Siroco de Madrid, espacio y ambiente que no acompañó en ningún momento la naturaleza del artista o el contexto adecuado para su actuación. Superando esta y otras circunstancias, Micah (junto a su inseparable guitarra) bordó un concierto cuasi perfecto.
Con ese halo de poeta maldito hacía acto de presencia en el escenario para arrancar el show con el secretismo que oculta ‘The temptation’, a modo de introducción. Agachado mientras tocaba la guitarra, jugaba con los pedales y se encerraba en una timidez que rápidamente dejó atrás antes de comenzar con el segundo tema del repertorio.
‘The great void’, aun en el primer asalto de la noche, nos anticipaba que la cosa iba en serio, con una gran interpretación vocal, constante durante toda la velada.
A pesar de ello, el parecía no verlo igual y tuvo que realizar diversas pruebas y ajustes de sonido en su micro antes de retornar a uno de sus primeros discos, Micah P. Hinson and the Opera Circuit (2006), con el sonido folk más puro de ‘Little boy dreams’. Maravilla apresadora.
Tras un arranque más que notable llegaron los primeros momentos de dispersión del artista, al que parece costarle centrarse durante determinados fragmentos del show. Lo que parecía un arranque fulgurante se convirtió en un frenazo en seco, aunque más tarde revirtiera la situación.
La sugerente ‘Lover´s lane’ tradicionalmente interpretada por la The Carter Family, y versionada por el propio Hinson en su nuevo LP sería el punto de inflexión definitivo para encarar con la fluidez narrativa necesaria el resto del concierto. Olor a country en las venas.
Como el gran contador de canciones que es, la fase central sirvió para maravillar al público asistente con melodías acogedoras como la de ‘Oh spaceman’ o los ritmos feriados más folclóricos de ‘The lady from Abilene’, viajando a mediados del siglo pasado con un simple parpadeo.
Llegando al final del espectáculo pudimos escuchar la distorsión controlada de su guitarra acústica y cortes más cercanos al spoken Word, estabilizado en un setlist muy acertado, e inundando definitivamente la sala con la genialidad de su mejor folk tradicional. Anacronismo difícil de asumir.
El in crescendo fue demoledor al saborear los bises definitivos. La majestuosa ‘Beneath the bones’, con una interpretación vocal que abrazaba la heroicidad y la tragedia a partes iguales puso el nudo en la garganta a más de uno/a.
´Patience’ como ejercicio de intensidad arrolladora gracias a su vigorosa melodía nos arrastraba hacia el culmen irreversible que se alcanzó con la conmovedora y visceral ‘Don´t leave me now’.
Posiblemente uno de los grandes genios del folk contemporáneo, maravilló con su esencia, aunque fuera por momentos, en una sobresaliente y fascinante actuación.
Iñaki Molinos M
Redacción
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