La superbanda que aúna a El niño de Elche y Toundra desplegó un impactante directo, con el que enaltecieron, aún más si cabe, el primer y único disco de la formación: Para quienes aún viven (2017).

Crónica: Iñaki Molinos M (@elBUniversal)
Fotos: Javier García Nieto (@jgarciani)

El pasado jueves, dentro del ciclo Escenario Eslava, teníamos la oportunidad de ver a una de esas bandas diferentes, de las que se atreven a experimentar sin ningún tipo de complejos, por el mero desarrollo creativo y artístico que puede surgir de sus miembros. Aunque siempre con el afán, no tengo ninguna duda, de la difusión y divulgación de estilos o géneros tradicionalmente menos estandarizados.

Cada vez son más los músicos que tratan de investigar territorios desconocidos, cosa que es de agradecer, pero es complicado aún encontrar dos vertientes sonoras, teóricamente tan alejadas en el mapa, cristalizar de una manera tan excelsa. La simbiosis alcanzada gracias a su LP se dispara sobremanera en su ejecución en directo.

Como si de una ceremonia litúrgica se tratará, aparecían en la oscuridad los cinco miembros de Exquirla, con su fascinante frontman a la cabeza, libro entre las manos, y recitando los versos de “La marcha de los 150.000” de Enrique Falcón (obra en la que se basa líricamente la totalidad de los textos del disco).

La figura de Paco como capitán de la nave tiene un peso mastodóntico en la versión en directo, esto no implica la infravaloración de la parte instrumental de la formación, sin embargo, la presencia  escénica del ilicitano en el escenario te atrapa desde el primer segundo.

Ante una sala muy por encima de la media en cuanto a respeto por la música se refiere, un silencio cuasi-absoluto antes y durante cada una de las canciones, el espectáculo fue avanzando. Internándonos progresivamente en un plano secuencia, desde donde ver y disfrutar del origen y desarrollo de una aventura en la que el/la protagonista es el/la oyente. Y con un final de escena ilusionante que siempre queda por descubrir.

La tenebrosidad de la armonía con la que los madrileños envuelven la colosal voz del proyecto nos da una idea de la complicidad sonora de este proyecto. Algunos/as pensarán en la unión de dos complementos, otras/as en la mixtura del flamenco heterodoxo con el post-rock más ortodoxo (con sus subidas y bajadas melódicas)…al menos en la noche del jueves se apreció como un conjunto totalmente entroncado y empastado. Prodigioso.

Así fue sonando todo su álbum. El in crescendo imperceptible en la psicodelia de “Hijos de la guerra”, el momento más desnudo con guitarra acústica incluida de “Contigo”, el vendaval más crudo de “Europa muda”, con maravillosos efectos vocales y de luces (uno de los pocos momentos en que salimos de la madriguera en que nos adentramos desde el inicio), para finalizar el recital con “Un hombre”.

Si se puede destacar alguna pieza sobre el resto, dentro del ejercicio conceptual de este disco, es esta. En ella te puedes situar en el paradigma del delirio constante, del viaje inagotable, del pozo sin fondo.

Mayúsculo aplauso final de una abarrotada sala que no hizo más que poner de manifiesto, la valoración de una nueva propuesta artística en una audiencia “confundida”.

Gran satisfacción la vivida por un servidor tras la degustación de tal show en directo. La vieja balanza de las expectativas y la realidad volvió a equilibrarse una vez más… y ya van unas cuantas este año.