Fotografías: Javier García Nieto
Asistimos al concierto de Vessels el pasado jueves, 2 de noviembre, en la sala Siroco de Madrid.
Hay bandas que, simplemente, consiguen ampliar el espacio en el que se encuentran. En el caso de Vessels, el pasado 2 de noviembre, la sala Siroco se transformó en un recinto masivo a las 4 de la mañana, en un festival en el que los pensamientos de marcharte solo se mitigan ante un concierto que te atrape de principio a fin.
Vessels, en inglés, tiene tres acepciones en el diccionario: embarcación, recipiente, o vaso sanguíneo. En definitiva, tres conceptos que actúan siempre supeditados a otro elemento, que es el contenido que albergan, ya sea sangre, turistas, o cualquier tipo de mercancía. En el caso de los de Leeds, el fondo del envase es, como cabría suponer, la música por sí misma. Es por eso por lo que la banda inglesa acude al escenario sin ningún tipo de parafernalia, exhibición o actitud extramusical: sin cruzar más de cuatro palabras con el público e interpretando todo su setlist como un continuum sonoro.
Por otra parte, destacar que Vessels es un claro ejemplo para rebatir a los aficionados que, efectivamente, no, la electrónica no está matando la calidad musical. Que una canción como “The Sky Was Pink” no podría haber sido compuesta (ni tan siquiera concebida) en un entorno ajeno a la existencia de un sintetizador, o que 50 años atrás nadie podría haber vivido “Elliptic” en directo (o algo parecido) es símbolo de que la evolución no está siendo tan funesta a como creemos. La música es una línea cronológica que, ¡gracias a Dios! nunca se va a detener: que las nuevas corrientes perturben a las antiguas generaciones es algo natural.
Si el concierto estuvo marcado por un único elemento, este fue la percusión. De hecho, la velada podría ser concebida como una sucesión de elementos percusivos sobre una base ya estipulada. Destacar la batería de Tim Mitchell, que parecería impostada de algún universo paralelo, cercana a la root music e incluso a la técnica jazzística. Por otra parte, y por poner algún tipo de inconveniente, la guitarra de Martin Teff, a pesar de la originalidad de su tímbrica, apenas fue perceptible a lo largo del espectáculo.
He mencionado anteriormente que Vessels transformaron la sala Siroco en un recinto masivo. Podría ser cualquier festival de música independiente que tengáis en mente, pero yo estaba pensando, más bien, en lugares como Barraca y Chocolate en los comienzos de las mismas. De aquello que en su momento no era aceptado, comprendido o respetado. Dado que es relativamente sencillo establecer paralelismos entre la ruta destroy y la banda de Leeds, tanto a nivel sonoro como extramusical, agradezco que formaciones como Vessels importunen la continuidad anterior de esta línea cronológica que se esfuerzan en apresurar.