Entrevistamos a Joan Miquel Oliver dos meses más tarde de la publicación de «Atlantis», segundo disco en solitario tras Antònia Font
«Atlantis» es el segundo disco de una trilogía que ya comenzó el mallorquín con «Pegasus». Si se afirma que éste corresponde a la antítesis del otro, es porque a pesar de los contrarios se encuentran unidos por un mismo nexo, que no radica tanto en la composición por parte de un mismo artista (por su obviedad) pero sí en torno a unos núcleos temáticos y estilísticos comunes. Podría considerarse a la pareja como dos caras de una misma moneda, si no fuese porque nos encontramos esperando a un tercero en discordia, que sentará la síntesis entre los tres discos.
“Atlantis” es el segundo disco de una trilogía publicada tras Antonia Font. El primer disco, por dicha condición, suele ir con pies de plomo, es, por así decirlo, “de prueba”. ¿Qué ha cambiado en este segundo disco? ¿En qué crees que ha afectado esta “estabilidad”?
Nunca me ha resultado fácil hacer discos, es verdad que con el primero después de Antònia Font era un poco más comprometido, pero la verdad es que hago siempre todo lo que puedo. Cada disco es tan bonito como puedo conseguir que sea en cada momento. Con«Pegasus» aprendí ciertas cosas pero con«Atlantis» he seguido experimentando y he encontrado dificultades nuevas que me han comido el coco como siempre.
¿Qué interés tiene para ti el sujeto mítico de la cultura occidental? Es curioso que tus dos últimos discos lleven por título dos elementos de algunas de las leyendas más populares.
Los mallorquines tenemos un conexión directa con la mitología clásica. Nuestros cuentos populares (Rondalles Mallorquines) son reediciones orales de cuentos muy antiguos del Mediterráneo. Después se le ha dado un aura muy grandilocuente, pero se trata básicamente de payeses en apuros, hijas de reyes en situaciones muy normales y a veces mágicas, también mucho humor…
¿Qué relación hay entre estas y la realidad que intentas plasmar?
Nuestra realidad es diferente a este mundo sólo de manera muy superficial, pero nuestra manera de ser, la manera de relacionarnos, es muy parecida. También es muy practico a nivel simbólico, el mito de Atlantis, la tierra próspera que se va al carajo tiene que ver un poco con la actualidad de Mallorca.
En el nuevo disco se nota un cambio muy brusco hacia la electrónica. ¿Por qué? ¿Cómo afecta eso al directo?
Siempre he tirado de electrónica. Es verdad que el tema «Atlantis» es 100% así, pero tampoco es por algo en concreto, en todo caso por razones prácticas de producción que tienen que ver con encontrar el mejor sonido posible, a veces se llega más rápido con las maquinitas y sobre todo porque trabajo solo. El directo de Atlantis-Pegasus es atómico. Giramos con Carles Oliver a la batería y Jaume Manresa a los teclados. Nos planteamos el repertorio como si no estuviera grabado y tuviéramos que sacarlo otra vez. No llevamos nada pregrabado, puro directo donde cabe (y siempre metemos) mucha improvisación. Nos reíamos hace poco con Carles, yo le decía que en realidad parece que ni al final de las giras se llega a aprender las canciones porque siempre las toca diferente. «Es verdad», dice él, y a mí me encanta.
Quiero acabar esta entrevista preguntándote sobre el panorama musical catalán. ¿Consideras que es posible hablar de un género musical propio, compuesto por todas las bandas independientes de habla catalana?
Hoy en día los signos de identidad están muy difuminados por la globalización, porque en internet todo el mundo tiene acceso a todo. Luego depende de si tú quieres plantear tu trabajo basado en las tendencias o generar tu discurso propio. Cuando esto último sucede, muy a menudo entre los catalanes, es inevitable que salga a flote el mundo mediterráneo que subyace en nuestra cultura desde los fenicios, en nuestra tradición de canciones, nuestro vocabulario, nuestro tipo de personajes, temas, la función muchas veces lúdica del repertorio, el poso popular, el tono desenfadado, nada grandilocuente, etc… Vamos, lo que suele sonar cuando se escucha música catalana.
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