Asistimos al concierto de De la Purissima que ofreció el pasado martes, 9 de mayo en el Teatro de la Zarzuela de Madrid.
Texto: Marta España – Fotos: Emi Picazo – La Chica de Luces
«La Gatita Blanca / Enseñanza Libre” son las dos zarzuelas representadas en el teatro homónimo entre el 6 y el 28 de mayo. Ambas fueron estrenadas en la primera década del siglo XX, si bien en la nueva producción quedan englobadas bajo el título “Despropósito lírico en un acto”, ideado por Enrique Viana.
Cuando Gerónimo Giménez y Amadeo Vives compusieron el apropósito y la humorada desconocían que, más de una centena en adelante, se recogerían con esta actitud modernista. Tampoco Barbieri o Gaztambide, impulsores de la creación del Teatro de la Zarzuela, podrían imaginarse que entre sus cuatro paredes tuviera lugar un concierto como el que ofreció De la Purissima el pasado martes, 9 de mayo.
Si algo tienen en común Julia de Castro y Enrique Viana, es que ambos han llevado un despropósito a uno de los teatros más emblemáticos de la capital. Sobre un suelo de espejos en el que los músicos parecían flotar, el primero en mostrarse en escena fue el sintetizador, como si de una producción de Kaija Saariaho se tratase. No nos hallamos en mal camino, pues bien es cierto que De la Purissima posee más de performance que de concierto al uso.
No obstante, cabe mencionar que la Zarzuela es un teatro preparado para el canto lírico y, como tal, no tienen cabida todos los géneros: dependiendo de la zona del teatro en la cual te situases, la voz no se proyectaba de la forma más adecuada, sepultada por instrumentos como la batería o el piano.
Podríamos decir que la actuación se dividió en dos secciones fuertemente marcadas por un único pero vívido aplauso (siguiendo las costumbres académicas de no aplaudir entre movimientos) así como por una de las escasas cadencias no ligada a alguno de los introitos que tanto le gustan a Julia. La primera estuvo marcada por Amit Kewalramani, recién incorporado al cuarteto con motivo del nuevo álbum de la banda, “Sonora”. Éste suma al jazz característico de la banda todo aquello relacionado con el mundo de la electrónica. De esta parte, destacar “Hombre y Pulso” como uno de los momentos más formidables de la interpretación.
La segunda parte viene definida por la fusión estilística, la aparición del Cuarteto Quiroga y la Orkesta Mendoza, que en cierta ocasión tomó los instrumentos del cuarteto De la Purissima. La cumbia y el mambo de la formación, en contraste con la formación clásica de las cuerdas y el cuplé de Julia crearon una atmósfera perfecta e inusual en el Teatro de la Zarzuela. En ambas, priman la disonancia y el cromatismo, intensificados por el cuarteto Quiroga.
Es por esto por lo que decimos que el concierto de De la Purissima del pasado 9 de mayo, al igual que la actual producción del teatro, fue un auténtico despropósito. Sin embargo, no adquiere aquí la palabra el sentido de error, sino de inconveniencia, y es que Julia de Castro posee una virtud admirable: sabe incomodar al público, y se diría que le gusta hacerlo. Un discurso que incita a la liberación sexual y que compara la mortificación católica con el poliamor puede cautivar a muchos, pero incomoda a la gran mayoría. Es por esto por lo que admiro el talento, la versatilidad y la capacidad de revolver a las personas que tiene Julia y, en resumen, su empoderamiento pues, como bien dijo Bansky, “el arte debería confortar al perturbado y perturbar al conformista”.