Acontecimiento insólito, cuando una banda acapara toda la atención del público y la crítica antes de sacar un primer disco. Acontecimiento extraño por las escasas veces que tiene lugar, mas cuando sucede es difícilmente explicable.

Con Las Odio asistimos a una de estas famas misteriosas, pues antes de mostrarnos su primer single, “Blackout”, las madrileñas ya estaban en boca de gran parte de la prensa, lo cual puede resultar bastante paradójico si admitimos que el movimiento infraunderground se ha convertido en viral. Tal término, acuñado por las propias artistas, engloba a aquellas bandas que actúan en salas de segunda fila. Aun así, no podríamos afirmar que el under se ha convertido en tendencia: la simpatía es generada por el colectivo riot grrrl, y Las Odio, como personificación del hábito, atraen la mirada del espectador.

Esta anticipada atracción puede suponer, en contraposición, una desventaja, basada en la expectación previa: el individuo debe encontrar aquella autenticidad que ha subido al pedestal a la banda de forma preliminar, por lo que suele juzgar a la misma desde un punto de vista bastante más crítico.

No obstante, con “Futuras esposas” asistimos a la presentación de un LP a la altura de las expectativas, que no defrauda, sino que es de merecido aplauso por generar opiniones nunca neutras: con el largo asistimos a una especie de resolución del misterio, de un final de temporada que no deja indiferente a nadie.

Futuras esposas” es un disco de difícil comprensión tras la primera escucha; de requerido análisis, pues la letra pesa sobre la estructura de la canción: normalmente pegadiza, siempre agitada, pero con un mensaje que desmigar. Sin embargo, Las Odio no son únicamente revolución, pues la música, en tanto que actividad ociosa, siempre conlleva el entretenimiento, y las madrileñas tratan de explotarlo al máximo. En sus canciones hay punk, pero también garaje al más puro estilo de The Cramps, ritmos surferos que recuerdan a Novedades Carminha (hemos de decir que Carlos Pereiro ha participado en la producción del disco), y escalas alejadas de la música occidental normativa. “Yo lo vi primero”, “Puede ser divertido” o “Indiespañol” pueden representar cada una de estas vertientes, respectivamente.

A causa de toda esta versatilidad, es difícil encontrar un hilo conductor que envuelva el LP. No hay una temática, un sonido o un esquema que puedan marcar cada una de las diez canciones que lo engloban. Nada excepto la necesidad de luchar, pero de luchar bailando.

Así, una escucha razonada del disco (ahora mismo, no concibo otra forma de escucharlo) nos llevaría por unos derroteros que raramente encontramos en las líneas de los festivales españoles, como pueden ser los ritmos yeyé o las inusitadas armonías vocales. Volvemos, por tanto, a la pregunta que nos hemos hecho al comienzo del texto, ¿Cómo un disco, tan alejado de lo independiente y lo normativo, tal y como lo conocemos hoy en día, puede generar tantas reacciones antes de salir a la venta?

Si nos fijamos en las publicaciones del último año, es fácil observar que el mismo proceso ha ocurrido en artistas como Hinds o Las Bistecs: un EP, un par de canciones publicadas, y multitud de críticas (normalmente, negativas). Nunca he sido partidaria de englobar a todas las bandas constituidas por mujeres dentro de un mismo colectivo, pero hay una evidencia que nos muestra que las mismas no se agrupan por su género, sino por una serie de características que las acontecen. Pese a que la catalogación en estilos no es más que una concepción esquematizada que no responde a lo que sucede realmente, sí es posible afirmar que en España (y, más concretamente, en Madrid) existe una corriente incipiente de música liderada por mujeres, que no debe calificarse con respecto a su género, pero sí en cuanto a sus aspectos formales.

En primer lugar, el contenido pesa sobre la forma, y quizás este sea uno de los fundamentos básicos de bandas como Las Odio, Hinds, Las Bistecs o a Las VVITCH. No existe una técnica vocal nítida, o unos fundamentos técnicos básicos, pero sí una necesidad de leer entre líneas cada palabra cantada. Otro factor es la popularización de las canciones. Si bien no se puede afirmar que Las Odio hagan música pop, sí existe en ellas un espíritu diletante, de la música por el mero placer de la música.

No quiero decir, con todo esto, que exista un patrón entre dichas bandas. Lo que existe, por el contrario, es una necesidad: la necesidad de luchar, pero de luchar bailando. Y, por consiguiente, es de agradecer que dichas bandas, las odies o no las odies, permanezcan a la cabeza de un nuevo movimiento musical y cultural.