Al Vida no acudes por tu amor a ciertas bandas, sino por tu amor a la música en su conjunto

Podría decir que el Vida es el mejor festival español en el que he estado nunca, pero me aterra que todos vosotros lo sepáis. Me explicaré mejor: cuando el verano pasado programé un viaje a Islandia, vi kilómetros y kilómetros de paisaje sin ninguna señal de humanidad, vi cascadas que aquí hubieran sido punto de encuentro de turistas de todas partes del mundo mientras que allí pasaban desapercibidas, y vi pueblos en los que tenía que dormir en colegios porque no habían construido ni un hotel pequeño.

A mi regreso, entendí que era aquello lo que convertía el destino en un lugar tan especial: el terreno virgen e intacto. Con el Vida, ocurre algo similar, pues es la intimidad del recinto y la conservación del medio natural aquello que te atrae desde el primer momento. Por consiguiente, la masividad de cualquiera de los otros muchos festivales cercanos a la playa menguaría su encanto, aunque, a pesar de ello, no adolece de la atmósfera propia de los mismos.

Basia Bulat en Vida Festival

Basia Bulat en Vida Festival

La historia de Vilanova i la Geltrú ha estado muy ligada a la variedad cultural gracias, en parte, al comercio del pueblo con América y, en especial, con Cuba. Quizás sea por ello por lo que la calidad musical del evento supere con creces a la de la mayoría de festivales nacionales. Sin menospreciar la corriente española independiente, bien es cierto que la obsolescencia del sistema de programación y gestión de dichos eventos, con el puñado de bandas de público leal y aparición en todos los carteles del país, se hace cada año más patente. Mientras tanto, el festival catalán apuesta por el impulso de bandas emergentes, y no tan emergentes que, si bien ya con un público definido, el género y el estilo de las mismas varía con respecto a la corriente actual. Así, mientras que para ver en directo a los tres grupos revelación del año te es indiferente viajar a Palencia, a Guadalajara o a La Rioja, al Vida no acudes por tu amor a ciertas bandas, sino por tu amor a la música en su conjunto, por tu espíritu curioso y por el ambiente que la Masia d’en Cabanyes, con su cuidada decoración rural, otorga al evento.

A continuación, os dejamos con el ranking de los conciertos que, en nuestra opinión, sobresalieron por encima del resto.

Nacho Umbert

El barcelonés proviene del grupo Paperhouse que, para quien no lo sepa, fue una de las claves del indie de los noventa. Renacido como cantautor, Nacho Umbert no abandona por completo sus raíces, y aunque las canciones, de versos más largos y premeditados, recuerden a su tocayo Nacho Vegas, Umbert arriesga más en línea melódica y en adaptación al directo.

Por otra parte, El Bosc era el lugar idóneo para la presentación de “Familia”, disco publicado el pasado año.

Nacho Umbert en Vida Festival

Nacho Umbert en Vida Festival

Manel

No miento si digo que creo que, actualmente, no hay mejor banda española para tocar en un festival, aunque quizás no podamos ser objetivos con la banda de Guillem Gisbert, pues era uno de los conciertos que más ávidamente esperábamos. Sin embargo, nos consuela saber que, en la provincia catalana, nadie es objetivo con Manel: asistir a un concierto suyo en Barcelona es similar a asistir a un concierto de Vetusta Morla en Madrid, pues la veneración de las bandas locales está asegurada.

Con la publicación de “Jo Competeixo”, ya comparábamos la trayectoria de Manel con la del cabeza de cartel del Vida, Wilco, pues ambos han comenzado en el folk acórdico simple para desembocar en una música más rítmica y de investigación electrónica, y es esta segunda parte de la biografía de la banda la que otorga a los festivales el ambiente esperado (tanto es así que se despidieron sin tocar su canción por excelencia, “Al mar!” y no la echamos de menos).

Aunque los catalanes venían a presentar su nuevo disco, fue con “Atletes, baixin de l’escenari” con el que lograron el fervor de la Masia d’en Cabanyes, y es que ya sea por el reconocimiento de la canción con los primeros acordes de la tonalidad, o por la línea del bajo (es probable que Martí Maymó sea el mejor bajista, a nivel compositivo, del panorama independiente), “Teresa Rampell” nos concedió los minutos más valiosos del viernes.

Agradecer, del mismo modo, el trabajo de los técnicos de sonido, pues nunca había percibido unos timbres tan perfectamente sincronizados que en el concierto de Manel: una batería que no anulaba el resto de instrumentos, y una guitarra eléctrica en perfecta coexistencia con la voz del cantante, son de las principales dificultades a las que hemos de enfrentarnos en un escenario, y aquellos que, sin ser los protagonistas, lograron que ellos brillasen con luz propia, merecen todo nuestro respeto.

Niño de Elche

Cuando Camarón de la Isla publicó su Leyenda del Tiempo de la mano de un sonido más eléctrico, las críticas llovieron a su alrededor. Si bien la idea inicial fue de Paco de Lucía, los más puristas alegaron que el cantaor era una especie de violador del género más puro, el flamenco.

El descubrimiento del alicantino generó, en su momento, comentarios del mismo estilo. Y, sin embargo, miren la consideración de Camarón de la Isla en la actualidad: no cabe duda de que el reconocimiento de Niño de Elche se verá incrementado con el paso de los años. Cuando Francisco Contreras inauguró el escenario Masia del sábado, lo hizo con un poemario bajo el brazo, lo que alude a sus raíces de cantaor. Sin embargo, tras su excelente técnica vocal (de aquella que guarda el aire en el estómago y no en los pulmones) se escondía un riff que podríamos considerar, incluso, de influencia britpop. Y es que la verdadera esencia de Niño de Elche, consiste en carecer de una esencia propia: incluso en “Informe para Costa Rica”, una de las canciones que caló de lleno en el público, se intercalan resquicios de la cadencia frigia, típica de los palos flamencos, con un punteo típicamente del oeste de los Estados Unidos. A todo ello se le suman, en canciones como “Nadie”, guiños al beat box o a la música electrónica actual.

Niño de Elche en Vida Festival

Niño de Elche en Vida Festival

En resumen, Niño de Elche conoce todo aquello que posee, y sabe utilizarlo en directo a su favor, unido a un buen discurso y una presencia cautivadora. Por ello, independientemente de tu puritanismo con respecto al género flamenco o al género independiente, si asistes a uno de sus conciertos vas a presenciar lo mejor de cada casa y, junto con ello, un humor agridulce que te removerá ya pasada su actuación, como se observa en su mítico cierre de espectáculo con “Que os follen”.

Wilco

Que la mejor actuación del festival provenga de manos del cabeza de cartel no es una novedad, pero aquello no es relevante: Wilco ya aportan novedad por sí mismos.

Con la apertura del concierto de manos de su “EKG” (que no es más que un preludio a “More…”) somos conscientes que no estamos ante un concierto cualquiera: Wilco salen a escena, tocan y se van. No hay espectáculo de por medio, no hay acción paralela que despierte el interés del público, pues como bien dijo Jeff Tweedy, no les gusta demasiado la interacción con él. No obstante, tampoco es necesario, pues la música ya nos atrae por sí sola, tanto que más parece que asistamos a un ensayo improvisatorio en el estudio o a un concierto de jazz, pues Wilco, por encima de todo, son músicos profesionales. Esto se aprecia, sobre todo, en el hilo ligero que enlazaba una canción con otra: los cuatro primeros temas siguen el mismo orden que en “Star Wars”, lo que podría considerarse en su contra a causa de la falta de variación. Sin embargo, una vez le das demasiadas vueltas al álbum, descubres que las cuatro primeras canciones no pueden ir separadas: imagínense que, en una interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, el director decide que el segundo movimiento debe ir en último lugar. Pues bien, con Star Wars sucede algo similar: el puente entre ellas, el tono oscilante en torno al La Mayor y unos solos de guitarra que bien parecen variaciones de un mismo motivo, nos indican que Wilco no pudieron abrir su concierto de mejor manera.

Para todo aquel melómano al que la idea le pareció algo mediocre, los estadounidenses tenían preparadas las clásicas “I’m trying to break your heart” y “Art of Almost”, con una modulación entre medias que enlazó las mismas y demostró, del mismo modo, que no solo son buenos intérpretes, sino también perfectos teóricos. A pesar de ello, la siguiente hora estuvo protagonizada por temas de corto alcance, baja popularidad, y la capacidad improvisatoria de los instrumentistas, lo que provocó el tedio de gran parte del público y su consiguiente marcha. De todas ellas, destacar la interpretación de “Via Chicago”, con un solo devastador de batería en contraste con el lirismo paralelo de la guitarra de Tweedy que, a pesar del cambio de ritmo de su compañero, basado en el contratiempo, logró mantener las formas.

Tras aquel puente eterno, volvieron a sucederse los clásicos: “Jesus, etc” emocionó al Vida, a pesar de que echamos en falta el violín de Andrew Bird, y “Heavy metal drummer” consiguió que todo el mundo bailara en su sitio.

Todos estos contrastes, estas tensiones y las emociones generadas nos instan a considerar que quizás, la semana pasada, hayamos visto el directo a la mejor banda del nuevo siglo o, en su defecto, a la más completa. Y qué bien saber eso.

Pero qué horror saber que tendrá que pasar mucho, muchísimo tiempo, para poder ver algo mejor.

Qué horror encontrar sentimientos encontrados al hablar del Vida, pues dejará de ser el mejor festival de España en el momento en el que todos conozcáis tal dato.

Ya disfrutamos en su momento de Wilco. Ahora, disfrutemos mientras podamos de la magia de Vilanova.