El Atlantic Fest se consolida como uno de los festivales en Rías Baixas más interesantes con un formato mediano y un cartel lleno de aciertos

Quizá los isleños gusten de sentirse diferentes frente a los que acuden desde el continente y quizá no les falte razón. No presumir de un enclave como A Illa sería una locura; a medida que el coche se acerca a ella y se adentra sobre el puente que une ambos pedazos de tierra sobre el océano, se aprecia la fortuna de que, pese a estar comunicados desde hace más de tres décadas por esta obra de ingeniería humana, sigue sabiendo a sal y orgullo de isla con el secreto del paraíso en cada uno de sus recovecos.

A los artífices del Atlantic Fest tampoco les faltaba razón cuando se dejaron sorprender con sus encantos en un viaje en barco y decidieron decantarse por este emplazamiento tan especial para iniciar un nuevo proyecto, digno del Festival do Norte pero que integrara otros públicos, otras sensaciones, nuevas metas a alcanzar. Y vista la experiencia, lo consiguieron. El Atlantic Fest puede vanagloriarse de imbricarse profundamente en cada escenario de la isla, en cada tasca y en cada plaza con lo más genuino de la población. No son a ojos del visitante acontecimientos paralelos, sino que la vida en la isla se viste de música durante la celebración del festival y los actos del propio festival transforman a la isla durante el fin de semana de duración en que el hechizo se aprecia a simple vista.

Viernes 1: La magia que arrancó con Niño de Elche

Para los profanos como nosotros, el festival no podía arrancar mejor que sobre las tablas del Auditorio con un artista que no deja indiferente. Sorprendió, decimos, a quienes llegábamos aún con el cansancio del viaje pero también con hambre de festival y la magia hizo de las suyas para demostrarnos una vez más que las etiquetas están lejos de haberse agotado.

Lo más inteligente, llegado ese punto, fue rendirse a la evidencia de la grandeza del Niño de Elche con su eclecticismo y su flamenco, su deje gutural y su envoltura electrónica, su poesía y su torta a mano abierta a la clase política. A veces desnuda, a veces revoltosa entre distorsiones y ecos, la voz de Niño de Elche convirtió el recinto en un mundo de espejos donde engatusar, herir, evocar. Sensible y provocativo, el artista pudo presumir de un sonido impecable y el público de llevarse una buena dosis de música con mayúsculas (incluido un broche de oro como es ‘Que os follen’) con que arrancar la noche del viernes. Nada que objetar, salvo que el primer sorbo ya sabía a poco y esto no había hecho más que empezar.

D’ Tascas: Malandrómeda, Pantis y Bala

Tocaba ahora adentrarse de lleno en A Illa y qué mejor manera que hacerlo a través de sus bares, que fueron escenario el resto de la noche de cada uno de los conciertos que se fueron sucediendo. Todos ellos con el aforo a rebosar y cada uno con su estilo, lo que dejó patentes las ganas de música con la que el público del Atlantic había llegado.

Malandrómeda es hip hop y es electrónica y fue un aire fresco en el que nadie dejó de bailar. Nadie. La ‘Festa malandrómica’ se alargó hasta casi las 23.30, cuando llegó el turno de dirigir los pasos a la siguiente parada con Pantis de protagonistas, un pop con base electrónica que presentaron a través de ‘Pranto’, su primer álbum. Presentimiento de que la noche aún iba a alargarse, fue el turno después del rock sin complejos de las increíbles Bala, una energía fuera de toda duda que conocimos meses atrás en el Esmorga Fest y que sirvió para invitar a los asistentes a terminar de creerse que el Atlantic era el lugar donde debían estar.

Sábado 2: Be Forest y Nacho Vegas, vermú al sol

El sábado fue sol y fue ilusión y en la carpa instalada al lado de O Bao fueron llegando los primeros visitantes para dar los buenos días al festival con Be Forest mientras otros optaban por disfrutar de la playa o de un buen paseo para soltar el sueño acumulado del viernes.

Nacho Vegas llegó a la hora tardía del vermú bien acompañado por el coro Al Altu la Lleva y todo su arsenal de críticas, de compromiso político y su poesía áspera.

El asturiano brilló pese a algún incómodo acople que no consiguió restar un ápice de credibilidad al mensaje del ex Manta Ray, cada vez más envuelto en luchas sociales como es su compromiso abierto con la PAH. Sembrada la semilla del inconformismo, llegó la hora de comer hasta el siguiente concierto del día.

Xoel López y Cooper, entre las raíces y el pop

Un gallego fue el encargado de inaugurar la tarde y sin tapujos se mostró encantado de tocar temprano con niños correteando por el recinto. «Esto es la hostia». Xoel López irradió alegría y bagaje y fue uno de los conciertos más celebrados del día con un público ávido de sus canciones.

Si la experiencia es un grado Xoel es ya un maestro con un equipaje repleto de sonidos de uno y otro lado del Atlántico, y qué mejor sitio que A Illa para su muestrario. Paramales‘ es probablemente uno de sus álbumes más sólidos en ese sentido donde se evidencia que la vida le ha dado todo lo que se merece, parafraseando al propio gallego. El coruñés se mostró completamente entregado a la causa, saludando a diestro y siniestro y convirtiendo su concierto en un acto de familia con una naturalidad envidiable. Jugaba en casa y se le notaba a gusto, y no le faltaban motivos. Más allá de lo que haga en el futuro, Xoel forma ya parte de la memoria colectiva de la música española y su directo es uno de los más radiantes.

Seguro que una vez acabado no dudó en perderse entre la gente para ver al siguiente de la lista, cuya admiración no dudó en hacer pública. Cooper llegó como una tarde de verano, brillante y cálido y unas letras evocadoras que quitan el hipo. Si había un momento  de bailar bajo el sol, era éste. ’30 años viviendo en la era pop’ es un homenaje a los sentidos con un pop sencillo que no simple donde repasa su discografía con Los Flechazos y su andadura en solitario. Álex Díez presentó su lista de hits y firmó un concierto divertido y lleno de nostalgia que no ha perdido una pizca de frescura porque su pop es más pop que nunca.

El intimismo: Tindersticks y José González

Primera fase del día grande del Atlantic Fest superada y tocaba rebajar el ritmo con algo igual de sugerente pero menos pensado para mover pies y más para cautivar oídos. Tindersticks tuvo el difícil papel de apaciguar los ánimos y les costó hacerse oír al principio, pero finalmente lo consiguieron. La voz de Stuart Ashton Staples, brillante como pocas tal y como demostró no hace mucho en el Gijón Sound Festival, quizá no luciera tanto en este formato y pidió que subieran el volumen, tras lo cual fue más sencillo zambullirse en el directo. Lleno de matices, su sonido y su riqueza se pierde un poco sobre el escenario del festival pero toda su fuerza evocadora siguió ahí, palpitando para quien tuvo a bien mecerse con su belleza a orillas del Atlántico.

Seguramente muchos recuperaban fuerzas para fijar toda su atención en el último plato fuerte confirmado del festival, que no era otro que José González, el artista sueco en boca de todos, uno de los baluartes del indie folk del momento. Harto complicado lo habrían tenido los organizadores del festival para no yuxtaponer un concierto intimista como es el de Tindersticks con otro aún más: el cantante presentó con la única compañía de su guitarra su lista de canciones y quizá fue la única objeción, salvo para aquellos que optaron por dedicarle toda su atención a la estrella fulgurante del indie frente a voces más consolidadas (jazz y soul mediante) como la de los de Nottingham.

Temples, el retro vuelve a estar de moda

Dicho esto, sólo quedaba una cosa y era volver a resurgir con toda la energía para ver una de las actuaciones más esperadas, la de Temples. Si Suede ha contado con ellos como teloneros no puede ser en balde. Los sesenta no tienen secretos para ellos y ‘Sun structures’ es un disco de debut que lo atestigua. En directo, aún mejor, algo que sólo puede ser tomado como una buena señal para sus acólitos. Melodías de otros tiempos que surcaron el cielo del Atlántico y envolvieron a los asistentes hasta el final de la noche.

Domingo 3: La fiesta está de nuevo en los bares

No estuvieron todos, pero fueron todos los que estaban. Un público más reducido pero no menos entregado tuvo fuerzas para despedir el Atlantic Fest a lo grande y bajo el sol en una nueva cita en los locales de A Illa. Pálida, Diola y Músculo por un lado, y Best Boy por otro, fueron los encargados de hacer del sueño algo perdurable.

El festival terminó así como había venido, reconciliando a quienes empezamos a adolecer de cierto cansancio para enfrentarnos a citas de gran formato pero no a la mejor música en directo; el Atlantic Fest demostró que se puede aunar un ambiente familiar con la parte más lúdica, la juventud y la experiencia, la naturaleza y la cultura.

El Perfil de la Tostada acudió gracias a #FestivalIdeal3, ticketea, ALSA y HotelsCombined