A Manel no le gusta el derrotismo, porque Manel odia reiterarse
“Que quan la derrota és molt clara hi ha qui busca lloc en una altra banda, i jo, que competeixo” es la última frase del nuevo disco de Manel: “Jo competeixo” (Discmedi-Warner 2016). Sin embargo, puede que sea aquella que de un aspecto conclusivo al sentido del disco en conjunción con toda su carrera. Y es que a Manel no le gusta el derrotismo, porque Manel odia reiterarse. Desde su debut con “Els millors proffesors europeus” (Discmedi, 2008) hasta nuestros días, no han grabado nada con un sonido similar, pero el pasado 8 de abril publicaron algo que superaba las fronteras impuestas anteriormente: no solo “Jo competeixo” da un giro de ciento ochenta grados con respecto a todo lo anterior, es que dentro del mismo las variaciones entre canción y canción son más que evidentes. Y aun con aquel estilo propio de la banda, caracterizado precisamente por la ausencia del mismo, hablamos de Manel para referirnos al panorama actual de la música catalana como hablamos del Quijote para referirnos a Cervantes: es la metonimia parte-todo por excelencia.
La banda liderada por Guillem Gisbert ha hecho con su último disco lo mismo que hizo Wilco, el pasado año, con “Star Wars”. Y admitámoslo, Wilco es uno de los grupos más versátiles e importantes de los últimos tiempos. Con los tres primeros acordes de “Les cosines” ya somos conscientes de que no estamos ante un disco corriente. Tres acordes inestables, acordes que anteceden todo aquello que encontramos en “Jo competeixo”, como hizo Verdi con la maldición de Rigoletto y Wagner con su Tristán.
La mutabilidad es la característica propia del disco, pues poco hay de ese oscurantismo de “Les cosines” en “Cançó del dubte”, que deja los sintetizadores en favor de una instrumentación de viento metal más natural. Así vamos serpenteando entre los giros electrónicos y los resquicios del folk antiguo, entre un claroscurismo en el que encontramos desde un guiño a Juan Luis Guerra (“La Serotonina”), un single casi surfero con todas las cualidades pop de los mismos (“Sabotatge”) o un recitado poético al final de “Jo competeixo”. Aun con todo ello, como la protagonista de su adelanto, saben muy bien lo que están haciendo: no tienen ganas de atajar por el camino más corto, no quieren hacer el mismo disco dos veces seguidas. El hecho de grabar con Jake Aron en Nueva York ha incitado a ese cambio al sonido más electrónico y a cambiar la sensibilidad del ukelele por el tenebrismo. Sin embargo, los ritmos latinos, las letras de alusión desconocida y algunas influencias de “Atletes, baixin de l’escenari” (Discmedi-Warner, 2013) nos recuerdan todavía al grupo que nos conquistó con “Al mar!”
Gustav Mahler decía de sí mismo que era un compositor inoportuno, pues trascendía al tiempo y al espacio que le rodeaba. Manel, con sus referencias ausentes, su miedo a la repetición y su variedad estilística pueden carecer, del mismo modo, de aquel oportunismo. El hecho de haber comenzado la reseña por el final del disco tiene una explicación, y el hecho de terminar el disco con la misma probablemente tenga otra: ni la derrota es clara, ni buscaremos nuestro lugar en otro grupo, pues ni el estilo de Manel ha vencido con el paso del tiempo, ni es necesaria otra banda cuando encontramos una que reúne las virtudes de todas las demás.