Anaut vuelve con «Time goes on», su segundo trabajo
El segundo trabajo siempre suele generar un sentimiento de incertidumbre. En el que está detrás de esa actividad creativa, por las dudas de si será capaz de mantener el nivel del primero, o incluso subir más el listón. De los que están al otro lado, los que emitirán un juicio sobre él, saber si ese artista muestra estar capacitado para mantener las expectativas.
En el caso de Anaut, su primer LP, “140”, puso el listón muy alto. Era un gran disco, rebosante de energía y calidad.
Por tanto el nivel de exigencia podía llevarle a una encrucijada: apostar sobre seguro, repitiendo la misma fórmula o arriesgar, añadiendo nuevas voces, mezclando estilos, ofreciendo una propuesta de mayor diversidad. Eligió el riesgo.
Porque en “Time goes on” Alberto Anaut introduce cambios. Las diferencias no son drásticas, pero sí importantes:
Se ha producido una renovación casi completa de la alineación titular. Salvo Gabri Casanova a las teclas, el resto de músicos son nuevos. La gran virtud de un buen entrenador está en elegir a los jugadores en función de sus necesidades. Sin duda acierta con los fichajes, excelente el nivel instrumental.
No renuncia a su corazón, apegado a la música negra, blues y jazz aparecen, pero más difuminados, dando mayor protagonismo a otros estilos. Aparece con claridad la impronta del estilo Americana con canciones de carreta como “Guilt” o “The Maze”. Hasta podemos disfrutar de un tema divertido como “When you take it slow” a ritmo de reggae.
La guitarra de Alberto, más tímida y discreta en “140”, dentro de esa atmósfera de jazz que lo envolvía, en “Time goes on” da un paso adelante, es mucho más rock, más atrevida, quiere que la escuchemos. Se hace presente en “Stab”. Y merece la pena.
Si le tuviera que buscar un aspecto mejorable, no sería en el contenido sino en la presentación. El orden de las canciones creo que podría haber sido más acertado. La simetría casi perfecta que tenía “140”, aquí no se consigue.
El equilibrio entre temas que te levantan de la silla para bailar y los que te vuelven a sentar para escucharlos con más atención es algo descompensado, la bajada de intensidad es demasiado pronunciada a la mitad del disco y cuando vuelve a coger fuerza es ya en la parte final. Yo propondría una ruta alternativa de escucha: 1,2,3,6,4,5,9,7,8,10,11.
El resultado: un disco más variado, diverso que su antecesor. No mejor, distinto. Puede que a los que esperaban una continuación de “140” les pille con el paso cambiado, pero la evolución en un artista es necesaria. Y si se posee el talento de Alberto Anaut, apuesta segura.