Degustamos el primer largo de Carmen Boza
“La Mansión de los Espejos” es un tremendo golpe de efecto compuesto por once canciones distribuidas de manera premeditada y eficaz que hacen del primer largo de Carmen Boza un suculento y delicioso menú del que saboreamos hasta el último de sus bocados.
En “La Mansión de los Espejos” se entra de puntillas, pellizcando las paredes del largo pasillo por el que nos introducimos a la mansión de Boza. A derecha e izquierda nos encontramos una sucesión de puertas cerradas que nos conducen inevitablemente a la estancia más profunda de la casa, un pequeño comedor con coquetas ventanas por las que entra la luz de un sol cenital.
Traspasado el umbral nos encontramos en el centro de la instancia una gran mesa de madera sobre la que se dispone una colección de apetecibles manjares a nuestra entera disposición, presentados con esmero y cariño. “Culpa y castigo” sirve de entrarte. Posee una textura delicada, sedosa, pero con cierto amargor al final del bocado. Cogemos una copa de “No me parezco” para quitarnos la inquietud y nos deleitamos disfrutando de su buqué a recuerdo y nostalgia.
Pasamos a los platos principales de la mano de “Octubre”, un viejo conocido, imprescindible, un clásico que antes se servía crudo y que ahora es cocinado con aderezos medidos que seguro los más tradicionales dirán que le hace perder su esencia. Ni lo uno ni lo otro, son dos versiones del mismo plato, la materia prima es lo realmente importante. Viene acompañado de un ejercicio de reconocimiento placentero de lo inevitable en las relaciones que un día fueron lo que te todo el mundo quiso que nunca acabase “El ejército”.
“Nana Noir” es el sorbete que relaja, nos prepara la el cambio de sabores y da paso a la rabia de “Señales” y “Mi Do Menor” tintes americanos con sabor a bourbon y costillar a la brasa. Guitarras que suenan a doce cuerdas y arpegios aireados; “¿La señorita quería carne o pescado?” aquí hay plato único, ración doble de temas de esos que hacen mover las caderas al compás que marcan las botas de media caña que levantan polvo a taconazo limpio.
Para los más avispados se pasa una bandeja con chucherías; “Desconocidos” y “Amante Religiosa” golosinas de calidad.
Nos saltamos los postres y pasamos directamente al digestivo: “Fieras”, un trago de los que va raspando el gaznate según viaja hasta el centro de nuestras entrañas.
“Sin salida”, atrapados en #LaMansiondeBoza reposamos lo digerido y nos dejamos llevar en el suave acuno de una mecedora.
Su voz, la voz que enamora, que desgarra, que aconseja sin pretenderlo, que aparenta fragilidad pero destroza esquemas, nos acompaña en este viaje.