Niños Mutantes en un futuro ochentero
El octavo pasajero en la carrera de Niños Mutantes lleva por nombre «El Futuro«, un disco caracterizado por un sonido ochentero, con letras que dejan ver la luz de la esperanza tras la amargura realista de su anterior trabajo «Náufragos» y que sin duda está marcado por la producción de Ricky Falkner.
Niños Mutantes son potenciales «cantadores de la realidad», ellos hablan con sinceridad abrumadora del amor, la muerte, la familia o los problemas comunes… pero al fin y al cabo «El futuro» es esperanzador, por ello empezar con un tema como “Robot”; “ábreme la ventana y dame luz”, es el contrapunto perfecto, una liberación del pensamiento que termina homenajeando a uno de los iconos de los 80’s : “La historia interminable”. Otra ventana a la esperanza sería “Todo va a cambiar” , un grito vital pero extremadamente consecuente con la realidad “qué difícil es todo”. El sello de Niños Mutantes sigue firme con el paso de los años y claro ejemplo de esa canción que siempre consiguen sacar en cada disco para purificarnos el alma es “Boomerang”.
Esa trova a la realidad que los granadinos ensalzan con títulos como “Es lo que hay”, les hace abrirse de manera franca… y de esos barros se fragua “Sto. Domingo”, la canción de amor más sincera y directa de toda la carrera de Niños Mutantes. Ya no es edad para esconder los sentimientos y “Hermana mía” es otro claro ejemplo.
Pero sin lugar a dudas «El Futuro» nos deja dos piezas para enmarcar: “Barronal”, tema que comienza de manera casi idéntica a «Mediterráneo» de Serrat en un claro homenaje a una de las canciones más grandes de la historia musical de nuestra país. En ella unen la música festiva: maracas, claves y esos teclados clavinet que tan bien maneja el señor Falkner otorgando ese aire funky, a una letra tan dura como bella que genera un nuevo trofeo en la estantería Mutante. Y que decir de “Huesos”, una canción tan simple como bella, punto.
En este disco hay mucho donde rascar… la dura «El Circo«, con ese ritmo machacón como si resonasen los clavos sobre un ataúd o «La Epidemia«, donde se cuela ese estribillo típicamente Mutante; pero sobretodo es una nueva vuelta de tuerca a su sonido, una mutación hacia ecos del pasado, sin temores ni vergüenzas porque lo que engrandece a una banda como Niños Mutantes que lleva 20 años sobre los escenarios (se dice pronto) es que nunca dejan de aprender ni emprender.