Love of Lesbian inflaman la capital británica presentando su nuevo disco.
Crónica y fotos: María Herrera LópezTic tac, tic tac, tic tac.
Esta vez no hizo falta que el público se impacientase. Dieron las 10 campanadas y Love of Lesbian aparecieron en escena.
Se hizo el silencio. Nació la oscuridad. Cayó la noche eterna.
Emergiendo de entre las sombras en un halo de misterio, sembraron el hambre invisible de lo que sería una noche voraz de experiencias y recuerdos.
Como ya viene siendo tradicional en varios conciertos, dedicaron el tema “Los seres únicos”. Esta vez se la regalaron a todas esas personas que se encontraban en Londres estudiando o trabajando ante el crudo panorama que hay en España.
Y siguió lo que iba a ser una noche reversible.
Más allá de presentar en Londres los temas de su nuevo disco “La noche eterna. Los días no vividos”, nos deleitaron con antiguos temas como “La niña imantada”, “Noches reversibles”, “Club de fans de John Boy” o “Domingo astromántico”.
Jugaron con el tiempo y la distancia en ese viaje de sábado lluvioso en espiral. Consiguieron que nos transportásemos con cada canción a los diferentes mapas de nuestro territorio.
Y la ciudad, esa ciudad que nos abduce y atrapa en la noche, también hizo su entrada estelar. «Wio» llegó con un Santi Balmes que dibujaba parabólicas en el aire.
Más tarde llegaría la esperanza con una canción que, como nos contaron, es muy especial para ellos porque contiene múltiples y contingentes significados. Así fue como la condicional se convirtió en promesa: sí, saldremos de esta.
Y en este “carrusel de emociones” -haciendo mías las palabras de Santi- viajamos 14 años atrás para subir al taxi en el repiqueteo de la batería.
Pero que no cunda el pánico. Para evitar que los baños se colapsaran de individuos vomitando emociones o cortándose las venas, los amantes lesbianos plagaron el concierto con pinceladas de humor, energías positivas y canciones enérgicas.
Precisamente esta versatilidad es lo que les convierte en un grupo tan grande, tan MAYÚSCULO. La alternancia de temas movidos y distendidos con otros más íntimos y profundos consiguen crear la mezcla perfecta. Además, esa afición que cultivan por coleccionar los típicos objetos de bazar o todo a 100, nos vuelve locos y locas. Máscaras de gatos, gorros de bruja, de policía, gafas de sol, cuernos de diablo…el atrezzo perfecto para seducirnos.
Asimismo, la forma que tienen de introducir las canciones, de introducirnos en los mundos de sus canciones, hacen que su directo sea una verdadera experiencia.
Gracias a la capacidad de Love Of Lesbian para que empaticemos con los guisantes, los gatos, los niñas imantadas, para que volemos a esos mundos paralelos que no se encuentran tan lejos de nosotros, sus directos se vuelven mágicos y cobran vida.
Aunque no sea una de mis canciones preferidas, he de reconocer que esta vez me cautivaron con “Allí donde solíamos gritar”. Construyeron una montaña rusa de sonidos y sensaciones con este mítico tema.
Empezaron íntimos, al calor de las guitarras solamente, consiguiendo que conectásemos con esos sitios imaginarios donde solemos ir a gritar para luego hacer retumbar la vida al deshacerse de la intimidad. Con el perfecto dominio de las pausas y los tiempos muertos, consiguieron crear el contraste dentro de una sola canción. Y así fue como acabamos gritando “me cago en la puta” para descargar cualquier resquicio de enemistad. The Coronet fue el lugar en el que matamos a los monstruos de la noche. Unos teclados sacados del ciberespacio intercalados con los plácidos acordes de las guitarras remataron la faena con broche de paz y de libertad.
Luego vinieron “Las malas lenguas” y “Miau” . Llegó el buen rollo. El momento de celebrar que ya habíamos matado a los monstruos bailando al ritmo de un charlestón y cantando odas narcisistas en modo copla.
“Yo me amo sobre todo en el lavabo”, con esta y otras perlitas, Santi contagió la risa y puso notas de color a la intimidad e introspección de temas anteriores.
Y el colofón llegó, como no podía ser de otra manera, con algo mayúsculo, algo fantástico, algo como, por ejemplo, un chupito de tequila.
A pelo, sin sal ni limón, se marcaron un fantástico “Toros en la Wii”. Y para dejar el listón todavía más alto “en nuestra oscuridad” se bajaron del escenario para hacer las delicias de los afortunados de la primera fila.
La noche se tiñó de verde para anunciar “Algunas plantas” y despedir la velada. Pero no. Tras hacer el amago de abandonar el escenario, todavía nos regalaron otro par de temas: “Nadie” y “Oniria e insomnia”.
Y así fue como ahora tenemos pendientes un reencuentro inesperado en noche azul.
Un concierto redondo, cíclico. Una noche en espiral. Habíamos comenzado bajo la tenue luz de la noche para apagar las luces cuando llegó el sueño. Mataron el sueño despierto para que resucitaran los cuerpos dormidos.
Adiós con el corazón, adiós con el latido de unas guitarras, un teclado y una batería. Un adiós sin palabras ni voz, pero plagado de emociones.
Las canciones cobran vida en el escenario. Como cuando el actor se pone la máscara para insuflar vida en su personaje. No es solo una canción. Es una experiencia. Un cuento. En definitiva, un viaje.
Mucho más que un concierto, un viaje en el tiempo y la distancia.
Y después de esto, solo esperamos que efectivamente las noches vuelvan a ser reversibles.
Esperamos que Rock Sin Subtítulos se acuerden de los españoles que andamos por tierras inglesas y que nos sigan concediendo estas treguas de buena ambiente y mejor música.