Tras haber pasado ya un tiempo desde que salió este primer trabajo de León Benavente me han pedido los “tostados” unas líneas a cerca de este disco, y como no merecen solo unas cuantas líneas me he permitido diseccionarlo canción por canción y pegarme el gustazo. Si todavía no lo has escuchado te doy las claves para que sea uno de tus discos de cabecera, ponte los cascos mientras lees está descripción de la obra y disfruta… disfruta… disfruta… disfruta… así “N” veces, por que el disco corre que se las pela y viceversa, onanismo en estado puro a golpe de nota.
Ánimo Valiente: abre el disco este canto generacional, cuya letra se dedica a ensalzar la figura de un personaje de vuelta de todo, incomprendido y alejado de la realidad, que sin embargo es elogiado por su valor al defender sus anacronismos, aunque no sabemos si de manera irónica o sincera. Bajo y baterías machacones y voz sin arabescos ni gorgoritos, un recitado de texto claro y espartano en el que Abraham Boba se mueve como pez en el agua, y un teclado marca la “familia Adams” dibujan los trazos de este primer single.
Hienas: arranca con fuerza con esos teclados sesenteros, mientras nos presentan un escenario socialmente bélico. Suena contundente por momentos: “Todo el poder, todo el poder, ¿cuánto me va a joder?” y empezamos a conocer las verdaderas intenciones de León Benavente en este disco. Momentos de gran intensidad donde el “Farfisa” despliega toda su fuerza mientras nos preguntan si estamos preparados para la batalla, porque aún quedan muchas cosas por decir.
Estado provisional: con este juego de palabras nos topamos con el desaliento y la frustración del amor perdido. No sabemos si A. Boba escribió esta letra en la barra del “Fotomatón” mientras bebía para olvidar a alguna mujer, sumido en la dipsomanía, la anorexia y el autismo. El caso es que todo esto es acompañado con el ritmo más bailable del disco, ¿puro manual de autoayuda? No los sabemos, pero es un pedazo de canción se mire por donde se mire.
Ruinas: un pelotazo en la cabeza, para que despertemos y miremos a nuestro alrededor el paisaje desolado y empecemos a ordenar nuestros (¿vuestros?) escombros. La línea de bajo nos guía como guían los cabestros al astado, controlando la furia que desata en nosotros este sentimiento de paraíso perdido, de tiempo desperdiciado, es ahora cuando estamos preparados para afrontar este nuevo tiempo que nos toca vivir. De mis preferidas del disco, que ya es decir mucho.
La palabra: sin dejarnos respirar, ahora vamos a no engañarnos a nosotros mismos. Quizá es el momento de rescatar el concepto de la palabra dicha, al estilo de Gustavo Bueno o Juan Ramón Jiménez, no vayamos a hacernos trampas al solitario. ¿El amor? ¿La palabra? Curiosa la manera que tienen estos chicos de proponernos reflexionar sobre todo ello, montados en un ritmo frenético casi “garajero” del que solo nos bajamos para cambiar de pista.
Década: una parada técnica para repostar un poco de pop evocador y en ocasiones naif. Al final, otra valiente reflexión, o cedemos un poquito todos o nos vamos a la mierda en menos que canta un gallo.
La gran desilusión: juego de palabras con el título de la fantástica película de Renoir, y si en en aquella los prisioneros aunaban fuerzas para salvarse de aquella desolación aquí nos inunda la desesperanza y el dolor al ver como nuestras ilusiones y anhelos desaparecen entre la muchedumbre mientras la ciudad estalla. En esta ocasión Irantzu de “La buena vida” es invitada a presenciar como explota todo mientras miramos el espectáculo, un poco a lo Tom Waits en “Frank’s wild years”. Sentimientos encontrados bajo una cortina de pop sencillo y en ocasiones triste.
El rey Ricardo: en este cuento el rey no abdica, el despótico y sanguinario rey es descabalgado de su trono por el pueblo a golpe de guadaña, hoz y martillo, y pagará por sus muchos pecados con su propia medicina. Musicalmente hablando igual de las más flojas, pero no por ello menos interesante.
Revolución: con este título hay poco lugar a la duda de lo que nos quieren contar, pero si encima nos lo cuentan con toda la contundencia y fuerza de la banda más nos arde dentro ese sentimiento de cambio imprescindible. Fantástica y rotunda canción, con un sentido de la oportunidad indiscutible y un lenguaje musical que a estas alturas del disco ya reconocemos como marca de la casa León Benavente.
Ser Brigada: para finalizar nos regalan esta joyita, para mí el tema del disco. Abraham nos “lee”, antes de irnos a la cama, la historia de dos personajes, chico-chica, que bien podrían ser los protagonistas de todas las vivencias del propio disco. Una letra “beat” que con más alcohol y semen bien podría haber escrito Bukowski y que suavizada y vitalista se nos presenta más como un relato de Boris Vian. Pero no vamos a ponerle “bebob” de fondo, como harían estos, no…vamos a ponerle de banda sonora el motor de escape de un R5 y a transitar por el parque de El Retiro, La Coruña o Perpiñán. Una divertida y energética canción para dibujarnos una sonrisa tras finalizar la escucha de esta obra circular tan atractiva y diferente que a mi entender solo merece elogios y muchas escuchas.