Existe una máxima por la que si el público está dispuesto a disfrutar de cada una de las canciones, será un buen concierto. Anoche la regla se cumplió a rajatabla: Un Pingüino en mi Ascensor triunfó en Oviedo ante un séquito de incondicionales.
A las 22.40 arrancaba Un Pingüino en mi ascensor sobre el escenario de la sala Nuncajamás de la capital asturiana. Antes del concierto ya se vislumbraba lo que sería una constante durante toda la noche: ganas de pasarlo bien. Disfraces de tenistas, diablesas con tridente, trajes de balneario, carteles de la infanta Elena… Todo valía para hacer honor a las canciones de José Luis Moro y Mario Gil que salieron a cantar pero, sobre todo, a disfrutar con los suyos.
Y se nota. No había terminado la primera canción, ‘Juegas con mi corazón’, y el ambiente estaba ya en plena efervescencia. Una vuelta a 1987 que se traslucía por la media de edad del respetable y también por cierto grado de un ácido inconformismo que bien puede ser la seña de identidad del grupo. Letras sin pelos en la lengua, pensamientos de adolescente, amores y desamores impregnan sus temas. La vida misma.
‘La diligencia’ fue el segundo en sonar, al que le sucedieron ‘He-Man y Barbie’ (single de su tercer LP), ‘Hey, hey Vickie’ (la intro de los populares dibujos animados del pequeño vikingo) o un aviso a la humanidad, ‘En ocasiones veo gaiteros’, que caldearon más el ambiente antes de arrancar con el ‘leit motiv’ de la gira de Un Pingüino en mi Ascensor: el 25º aniversario de su álbum ‘El balneario‘. Como ya habían anunciado, tocaron todas y cada una de sus canciones en el orden original del disco: entre ellas, ‘Atrapados en el ascensor‘, ‘Perestroika’, ‘Jota Jota’, ‘C.A.M.P.’ y el tema homónimo que cerró el segundo largo del grupo. Un vaivén de gente ataviada de diferentes guisas subidos al escenario puso la nota de color.
Terminado el repaso, Moro y Gil se arrancaron con una versión de la francesa ‘Voyage voyage’ que tanto sonó en 1987 reconvertida en una oda al ‘foie gras’, con toques más electrónicos y que el público coreó con total entrega.
De la mano de su último disco, ‘Piromanía’ (2004), Moro cantó ‘Exigí tu liberación’. Y más versiones: ‘Rasputín’ de Boney M pasó a ser ‘Urdangarin’, una parodia musical acerca de la investigación judicial sobre el duque de Palma. Para continuar, un vistazo a «aquellos años en los que no había smartphones» y se iba al videoclub: ’41 películas porno’. «Con títulos reales», quiso aclarar Moro.
No podía faltar otro clásico de la banda como ‘Espiando a mi vecina‘. ¿Quedaba alguien que no cantara aquello de ‘No sé lo que me pasa últimamente…»? Seguramente no, como tampoco nadie dejó de corear la cuña publicitaria ochentera de la colonia Chispas, un guiño a los más nostálgicos.
Y como el poder es para el pueblo, Un Pingüino atendió la solicitud por votación popular y se lanzó con ‘El club de tenis’. Con ‘Mi café‘ vino una lluvia real de sobres de manzanilla (los fans del grupo estaban en todo) y tras éste, ‘Me han sodomizado’.
Para terminar Moro y Gil eligieron ‘En la variedad está la diversión’, toda una declaración de intenciones. Llegaron y arrasaron. La fiesta continuaría en otra parte, pero eso ya es otra historia.
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