Hay conciertos que convencen de que la música es algo más. Más que diversión, en ocasiones, más que el virtuosismo de quienes la nombran nota a nota o más que un cúmulo de sensaciones. Porque, a veces, la música también es poder.

Bob Geldof es un hombre que cultiva una música con pocas estridencias, orgulloso de sus raíces irlandesas y un amante del folk, el rock e incluso el ‘reggae’. Pero es más que eso: es un animal político.

No se trata de convertir cada concierto en un mitin. Nada más lejos de la realidad. Lo que Geldof cuenta entre canción y canción es, simplemente, el relato de su vida. De cómo un desengaño amoroso le condujo a África. De cómo despertó en una cruda realidad, del hambre que causa la muerte a tantos indefensos. De cómo unas semillas crecieron y dieron de comer a un pueblo. Y la satisfacción por ser partícipe de ese gran pequeño grano de arena, también a la hora de concienciar a los demás, movilizando a cuantos artistas tuviera a su alcance (y vaya si lo hizo con los Live Aid) para lanzar un mensaje de ayuda, pero también de esperanza.

Y sin embargo, una historia tan intensa puede ser contada de soslayo entre canción y  canción y puede calarte sin que apenas te des cuenta. Porque lo que este sábado se vio en el auditorio del centro cultural Oscar Niemeyer de Avilés fue un gran concierto de música popular. Geldof salió al escenario criticando su español con «acento murciano» pero el público comprobó que no era cierto, pues puso buen empeño en hacerse entender a lo largo de toda la velada. ‘Systematic 6 – Pack’,  ‘Dazzled by you‘ y  ‘When the night comes’ fueron la primera declaración de intenciones. Geldof echó la mirada atrás para recordar su etapa en Boomtown Rats y se lanzó con una canción de 1979 sobre los irlandeses «en un momento terrible sin trabajo y víctimas de la economía», un paralelismo transparente a la situación actual: «Es una canción antigua pero es triste porque sigue siendo nueva». Y tocó entonces ‘Banana republic‘. Una denuncia en toda regla que no dejó indiferente a nadie.

Llegó luego el turno de rememorar un disco de su carrera en solitario, ‘Sex, age and death’, del que su autor dijo que era un trabajo frío «lleno de desesperación y triste». Eligió ‘Scream in vain’, un tema que aún le hace sentir mejor cuando la toca. Recordaba así la plantación de batatas, esas patatas dulces que permitieron parar la hambruna en el pueblo africano donde estuvo viviendo. Encandenó el tema con ‘One for me’ y ‘Mudslide’. El auditorio era suyo.

I don’t like Mondays‘ retrotrajo al público a 1979 y Geldof siguió con la archiconocida ‘Summer in the city’, una canción de los sesenta que popularizó nuevamente Joe Cocker en una espléndida versión, y a continuación prosiguió con ‘I wanna be your man‘, la canción de The Beatles que hicieran suya los Rolling Stones.

Poco más se podía pedir a un concierto en el que se había dado todo. El bis de rigor fue el turno de demostrar que estábamos equivocados: aún estaban por llegar ‘Pretty little thing‘ y un broche de oro con ‘The great song of indifference‘. Fue un concierto difícil de olvidar. Bob Geldof es parte de la historia musical, y su reinado está lejos de languidecer.

 

Recuerda que en nuestro instagram (elperfildelatostada) puedes ver en directo las fotos de los conciertos